Se conoció ayer la sentencia del TC confirmando las duras penas impuestas por la Audiencia sevillana a los altos cargos de la Junta del PSOE, una auténtica bomba en un momento especialmente difícil. Es el colofón inevitable a un pésimo asunto político que ha puesto en la picota durante años el prestigio de nuestra autonomía y que, dada la gravedad de las penas impuestas, supone inevitablemente la descalificación de un “régimen” tanto como la destrucción de un partido de gobierno seguramente imprescindible. Celebrar esa catástrofe sería tan insensato como negarla, por lo que será menester extremar la prudencia para no empeorar una situación que sólo podría beneficiar a los populismos extremistas. Hay malos tragos que finalmente pueden resultar incluso benéficos si se sacan de él conclusiones razonables en lugar de emplearlos como vengativos arietes contra el adversario.