En Venezuela hay gran expectación ante el anuncio de que el todopoderoso Chávez ha decidido suspender “temporariamente” la emisión de su programa dominical, el famoso “Aló presidente!, foro exclusivo desde el que ese salvador de la patria aplica la letra chica de su “revolución bolivariana”. Van a dar tiempo, por lo visto y oído, a los edecanes y colaboradores del ‘Gran Gorila’ para que “conjuguen sus poderes creadores” (sic: no crean que es coña) de manera que un nuevo formato permita al programa adaptarse a la nueva era revolucionaria que, según el régimen, acaba de comenzar. “Aló presidente” lo oye mucho personal –aunque hay quien dice que una sigilosa inquisición controla hasta en las chabolas quién sitúa y quién no el dial como es debido– y en él se luce el primer mandatario lo mismo enmendando la plana a los burócratas que entorpecen la bonanza revolucionaria que entonando rancheras o vidalitas de su repertorio más bien cuartelero, ésa es la verdad, que por lo visto encantan a sus seguidores. Castro no ha cantado nunca, que uno sepa, en su caja tonta pero sí que ha perpetrado en ella multitud de peroratas que los cubanitos han debido seguir a pie firme soportando el natural cansancio y el ruido de tripas, hasta el punto de que pocas novedades tan intranquilizadoras vive hoy la sociedad cubana como el silencio televisivo al que la enfermedad ha forzado al “conducator”, y por supuesto, pocas esperanzas más contumaces que la de verlo de nuevo en la pantalla y salir de dudas. No quiero ni imaginar que hubieran hecho Goebbels o sus colegas soviéticos caso de disponer de una tele en sus buenos tiempos, pero esta irrefrenable proclividad televisiva de los dictadores hodiernos nos puede dar una respuesta seguramente adecuada para esa pregunta.
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Parece ser que, en todo caso, la emisión del programa presidencial es considerada por el régimen y por el propio líder como una prioridad absoluta y, en consecuencia, como un requisito casi forzoso para la buena marcha del proceso que pretende asentar la “democracia directa” y desechar la fetén –“no queremos una democracia como aquella que, en el primer plebiscito, gritó: “¡Queremos a Barrabás!”, decía Franco– que es considerada como un elemento entorpecedor del progreso y, en definitiva, como una baza antipatriótica de sus rivales. Cuando los manijeros se pongan de acuerdo y el programa, ya remozado, esté adecuado a las exigencias de la nueva era (la tercera, según los cálculos de esa dictadura electiva), Chaves volverá a la pantalla a predicar la buena nueva del “socialismo del siglo XXI” que es, a un tiempo, “el socialismo bolivariano, el socialismo cristiano, indoamericano y venezolano”, todo en una sola y única pieza templada en la forja conceptual de la demagogia más primitiva. Un socialismo que ya no es “científico”, como se pretendió un día, ni siquiera “utópico”, sino sencillamente coyuntural, acumulativo, improvisado como no puede ser de otro modo en un programa cara al público por muy amañado que esté el guión, una doctrina siempre posterior a los hechos, es decir, una simple coartada que habrá que ir improvisando en pleno plató hasta que todo el país real sea, en efecto, un plató virtual y sometido, atento a la seña del regidor para prorrumpir en un cerrado aplauso cada vez que sea menester. Es bien cierto que, salvadas las distancias, no hay diferencias esenciales entre el telerrégimen de Chávez y nuestros sutiles montajes mediáticos como no las hay entre los esbirros de Chávez y los comisarios que aquí, en plena democracia, se pitorrean del imperativo ético y de la madre que lo parió. Después de todo, también nosotros perseguimos, por lo visto, ese “socialismo del siglo XXI” de perfil tan incierto como dudoso pasado. Nos falta, eso sí, ver en la pantalla el busto parlante del Poder prometiendo justicias y cantando rancheras.
Ay, mi fraterno Anfitrión, que los moelnos correctores de texto de cuando en vez nos hacen una pillería con los tiquismiquis ortográficos. En la segunda parte de la columna, tras el primer punto y seguido, una servidora ha leído, y releído para mayor cercioramiento ‘ChaveS’, en vez de ‘CháveZ’. Totá, p’al ceceo que uzamoh tantoh, qué mah da.
De vez en cuando enciendo -prendo, diría el MP- el electrodoméstico audiovisual y zapeando, zapeando antes de volverlo a dejar apagado me topo con La Suya, la de ellos. Qué riqueza de contenidos, qué galanura en los mensajes, qué belleza en los decires. Una pava que según un afortunado crítico ‘cantaba con el c…’ es ahora la conductora de un programa que debería plantearse la UCD, o como se llame ahora la centronaderechona, coleccionar en un deuvedé y repartirlo por Bruselas, por París de la France, por los Niuyores de mi don Miller, para que aprendan los aficionadillos de turno lo que es una tele bien deconstruida.
El único defectillo que le veo es que la pagamos entre todos los de por aquí, incluidos los que la apagamos.
Afligido por el romadizo me veo en la precisión de no charlar con ustedes. Pero no quierod ejar de enviar mi gratitud, también hoy, por esa columna inteligente. Curioso esto de las ausencias masivas. El anfitrión, decididamente, es persona con paciencia.
Ánimo mi don Páter, que si lo que padece es lo que me pienso, ello no le priva de asomarse a este rinconcillo de tertulia donde vamos quedando solos los mu jartibles. (Había un grupo u orquestina, que no sé si seguirá existiendo, llamado «Los incansables de Torreblanca». Empalmaban todas las canciones de moda con la conga de Jalisco o Paquito el Chocolatero. Según. Pues eso).
Sursum corda, mi Reverencia.
Tampco intrersa Venezuela, don josian, ya lo ve. Como si lo que usted denuncia no nos concerniera a todos, como si Venezuela, a estos efectos, no fuera el planeta entero, y us destino el destino de la Humanidad. O será que el personal anda ocupado. Por mi parte ahí le dejo mi admiración por otro vistazo modélico a lo que ocurre en nuestro tiempo.
Interesante tema que, de nuevo, no recibe atención o, al menos, comentarios. Lo del «subcontinente» es ya grave pero lo que señala jagm tiene, además, un alcance fuera de aquella región. Aquí se plantea con frecuencia esta aporía de la sociedad medial, pero la verdad es que casi nadei quiere aceptar la crisis de la democracia en el marco que ésta genera. Un país como Venezuela no es la Atenas vieja, ni sus colegios electorales la Acrópolis. Creo quye por ahí trata de ir el jefe esta vez también.
Muy interesado por el asunto de hoy, coincido en todo con el comentario de Nemo y las tesis de ja. En su momento nos lemanetaremos de no haber entendido a tiempo lo que está ocurriendo de nuevo en aquel mundo condenado, por lo que se ve, a vivir bajo la bota de un tirano o a agonizar en medio del desorden y la injusticia.
Pocos análisis como el que acabo de leer, no se puede decir más en menos espacio. La televisión está cambiando las reglas del juego en democracia. Gómez Marín lleva razón aunque el tema no interese a la inmensa mayoría. Fíjense en que este interesante tema no lo toca la prensa ni se oye en los medios audiovisuales. Por algo será y me parece que casi rodos sabemos qué es.
No olvidemos que tanto «el Gorila» como el amerindio Evo tienen la llave de miles de toneladas de petróleo, del que nuestra civilización es bebedora compulsiva.
Simpático el juego de palabras de doña Epi «pagamos/apagamos».
Lo de la tele creo que es en todos los paises. no es que la tele sea mala es que, para que todos la entiendan, para que todos beban , es PRECISO ponerla a nivel del más pequeño denominador . (¿Se dice eso?)
Ustedes ya saben, creo, que no tengo tele, porque siempre ando falta de tiempo, soy muy optimista y me trago toda la peli pensando que es una porquería pero con la esperanza de que algo habrá en ella que merezca la pena.Luego me pongo furiosa conmigo misma pero es demasiado tarde.Todo ello no impide que el otro día viera el partido de rugby Francia Irlanda, un primor, y además me invitaron mis vecinos a una copa.
Graciosa, y acertada columna, como tantas veces, don Jose Antonio.
Lo que quería decir, es que se vive muy bien sin tele. Y se entera uno de lo que pasa en el mundo, que era lo que me preocupaba al principio.
00:33
Acabamos de llegar de donde los otomanos y la señora Griyo no entiende que no me vaya a la cama. Cosas…
Poco que añadir a lo ya dicho salvo que El Que Pasaba pone el dedo en la llaga.
Desde luego la Democracia está en crisis y la prueba palpable es que los demócratas, ante cada disparate que hacen unos y otros, arguyen que “la política es el arte de lo posible”. ¿Cuántas veces han oído esta frase?
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Muy fino el comentario de doña Sicard, e inocente, aunque se le olvido otro de los motores del voto, la calumnia, hoy el más masivo.
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Prometo/amenazo incluir en mis comentarios de los próximos días, a riesgo de ser comparado/confundido con D. Argamasalva, que descansa en paz en el paraíso de los blogueros que fueron, sobre las observaciones que me servirán para informar a la UGE, Unión de Grillos Europeos, sobre la conveniencia o no de aceptar a Turquía en la UE.
Lo haré al final del día para evitar el rollo a quien no le interese.
00:35
Me refería al comentario que hizo ayer doña Sicard
Muy bienvenidos mis señores Portadores de Élitros. Me permito en nombre de la civilización occidental -ya saben, la Anábasis, la Eneida, el de Hipona, el Manco, hasta llegar a Pessoa- darles la más cordial bienvenida.
Ávida estoy de leer experiencias vividas, referencias de primera mano, sobre ese periplo por los confines del Turco. Muá y muá, uno para cada uno.
Por cierto, ¿es la señora Griyo habilidosa con la paleta y los pinceles?
(También quería quitar el número 13 de los comments. Supersticiosilla que es una).