El peor síntoma de la descomposición del histórico PSOE es el recurso trapacero en que se agota su estrategia de oposición. No es preciso dar nombres, porque resulta obvio que la actual “nomenklatura” del partido no resiste ni de lejos la comparación con sus antecesores, y lo prueba, además, clamorosamente la vileza con que aquella se exhibe impúdica en las redes sociales. Por supuesto que la política es, en general, reacia a un “fair play” riguroso, pero una cosa es esa limitación congénita y otra el mísero espectáculo ofrecido día a día, cómo mérito para justificar sus nóminas, por la panda de fuleros de la última generación. Lo único seguro es que ninguno de estos mindundis pasará a la historia para bien y ni siquiera para mal.