Ninguna lacra del radicalismo izquierdista ha sido tan miserable como el tragacurismo, una variante bruta del sentimiento anticlerical sobre el que tanto se ha hablado. El odio al cura supuso en España una grave tragedia en épocas pasadas y parece que ahora trata de ser rehabilitado por un radicalismo que tiene la mollera vacía de mejores motivos. Así, al portavoz de la Junta que pidió un bozal para el obispo de Córdoba –ciertamente inoportuno en esta ocasión—se le junta ahora el delegado de Valderas en Córdoba , un tal Pedro García, preguntándose en público si las críticas del obispo pudieran deberse a que monseñor “está agobiado en el armario”, comentario deplorable, en todo caso, también desde la perspectiva “de género” y que igualmente podría aplicársele a él. La modernidad de esta pseudoizquierda traga con los “recortes” pero se aferra al modelo de “El tragacuras” de Nakens.