No sé qué hubieran pensado los socialistas históricos si se les propone “dinamizar” la vida de partido a base de copichuelas y ‘tragos largos’ en bares instalados en las propias sedes del partido. Eso fue muy propio del franquismo más casposo –el bar de la Vieja Guardia, el del Frente de Juventudes, hasta el de la Hermandad de la Legión– pero nunca, que yo sepa, recurrió la izquierda a “fidelizar” a los suyos a base de alcohol. No nos faltaba más que llegar a ver un control de alcoholemia –ejem– en la puerta de la Casa del Pueblo una noche de elecciones, pero sin llegar a tamaño despropósito, insistamos en la impropiedad que para la imagen clásica del progresismo supone esta novedad. Desde luego, si todo lo que tiene en su mano esa izquierda para animar a sus bases es un buen trago, este cuento se ha acabado.