La nueva Presidenta de la Junta –elegida doblemente sin urnas– se ha lucido en el tercio de capa afarolando promesas de intransigencia con la corrupción y eso, sin duda, está muy bien. Pero como una cosa es predicar y otra dar trigo, vamos a ver a no tardar hasta donde llega su poder real frente a los intereses creados. Porque, aunque fuera de lo más auténtica su promesa, ahí están latentes el caso de los ERE y las prejubilaciones falsas, el de la merienda de Invercaria y, en fin, el mangazo de UGT, casos todos que no van a desaparecer del horizonte porque Griñán haga mutis y se retire tras las bambalinas. Es verdad que, como se ha dicho, nadie consiguió tanto con tan poco como Susana Díaz, pero la faena empieza ahora y en ella es donde hemos de ver si templa y manda o si, simplemente, pega cuatro mantazos al morlaco. Lo peor de este relevo no es ya el menguado bagaje de la heredera sino la circunstancia en que hereda, la peor, sin duda, de nuestra historia autonómica.