Huelva es, como se sabe, una de las ciudades más dañadas en su medio ambiente por efecto de esa agresiva industria que, por otra parte, es su principal sostén. Se han sucedido los planes descontaminadores con innegable esfuerzo pero, desde hace más de un año, un inquietante y desagradable olor inunda la capital. No se sabe qué lo produce, ni de dónde proviene, ni qué eventuales riesgos entraña y, sin embargo, la Junta ha sido incapaz de responder a esas preguntas en este largo plazo. Que si éste, que si el otro, y en definitiva, nada de nada. ¿Y si ese olor, además de molesto, fuera patógeno? Ah, a la Junta que la registren: ella marcha con pies de plomo salvo cuando, arrebatada por sus intereses, vuela rauda con sus pies alados.