De un lado, la actual ministra de Hacienda, antigua consejera andaluza que dejó hecha unos zorros nuestro erario, y que, reconvertida ya en locuaz ministra, no ha logrado cumplir ni una sola regla fiscal desde el (des)Gobierno de la nación. De otro, un consejero presuntamente bisoño que, en cambio, las ha logrado todas desde el “Gobierno del cambio”, algo que, forzoso es recordarlo, no ha conseguido ninguna otra comunidad autónoma. El parangón es inevitable y con él la reflexión sobre nuestro catastrófico momento político y la insultante ineptitud de tantos cargos sobrevenidos (la ministra es licenciada en Medicina mientras que el consejero es Inspector de Hacienda) que nos están arruinando a ojos vista. El manido aforismo castizo “To er mundo vale pa to” ha hecho estragos y los seguirá haciendo mientras esta democracia partidista no replantee su descreditado sistema de recluta de gestores.