La factura falsa se ha convertido, por lo visto, en la panacea contable que permite a los políticos sin escrúpulos hacer de nuestra capa un sayo propio. Las hay en el mismísimo Ayuntamiento de Sevilla, las hay, según dicen, en el de Baeza, las hay, de creer al sumario instruido, en El Egido, y ya a escala cutre –para pagar una mariscada de tres ediles– hasta se han denunciado en Valverde del Camino. No esperen mayores recursos, confórmense con ese expediente innoble que es la factura falsa, la “obra fantasma” o ambas cosas a la vez, y estén seguros de que circulan en muchos sitios aparte de los citados. La democracia ha puesto contra las cuerdas a la intervención tradicional y eliminado los controles de la forma más elemental que pueda imaginarse.