La situación de UGT es ya prácticamente de colapso moral. Cándido Méndez dice que está muy preocupado (¡?) con el asunto de los ERE y el secretario andaluz, Fernández Sevilla, que “habla más con Cándido” que con su mujer (la propia, se entiende). Pero, inasequibles al desaliento, ahí los tienen caracoleando entre “palabros” importados y excusas vanas, mientras muchos afiliados se dan de baja y un responsable se pregunta qué hacer “con tanto dinero”. La clave de esa estrategia semántica es el término “rapel” que Sevilla utiliza para justificar las mangancias a pesar de que la Presidenta promete recuperar hasta el último euro malgastado y la Oposición exige cerrar el grifo al sindicato mientras tanto. Habrá que refundar el sindicato para sobrevivir a esta crisis inverosímil.
¿Recuerdan (algunos, unos pocos) aquellos tiempos en que el sindicalismo era lucha y solidaridad pura, sacrificio y no festín? Aquel modelo se ha agotado. Los actuales sindicatos no son más que una burocracia heredada y un instrumento para la ficción de la paz social pagado con nuestros impuestos.