Los trajines de la corrupción parece, finalmente, que no son circunstanciales sino sistémIcos. Miren a Huelva, otra vez, para observar la metástasis del inextirpable tumor de la compra de alcaldías que el PSOE inauguró en Gibraleón, repetiría en Aljaraque y reaparece ahora en Cartaya: los mismos trujimanes, el mismo Monipodio, idénticos tejemanejes. Un Ayuntamiento vale (mejor dicho, cuesta) colocar al traidor o enchufar a su mujer, siempre con cargo a ese dinero público que “no es de nadie” sino de “ellos”, y ni siquiera se molestan en borrar el miserable rastro. Quizá sea hora de preguntarse si tanta golfería no será sino el efecto de un “do ut des” entre partidos, hoy por ti, mañana por mí, incorregibles todos en el Patio donde se ajustan, atenidos a la tarifa del patrón, cohechos y puñaladas.