Estupendo rifirrafe entre Alfonso Guerra y el expresidente Borbolla, aquel acusándolo ahora de ser quien filtró a la prensa los papeles comprometedores que afectaban a lo que hacía en su despacho (del de Alfonso) su hermano Juan. Es posible que hubiera no sólo esa filtración sino otras, pero más evidente es que lo que debería importar a un responsable político no es quién filtró o dejó de filtrar indicios o pruebas sobre las trapisondas de su “asistente”, sino el hecho mismo de que el “asistente” fuera un trapisondista. ¿Qué es lo grave que Borbolla fuera o dejara de ser fiel al partido o que Guerra (que presumía de saber todo lo que pasaba) permitiera a su hermano organizar una auténtica oficina de recaudación en el despacho oficial del vicepresidente del Gobierno? Borbolla la ha contestado que miente y lo sabe, además de llamarle “individuo”, pero es una lástima que se haya perdido el mejor argumento. Aparte de que hace falta cara para volver sobre aquellos pasos perdidos. Aprovechando el tiempo, lo menos que podría haber hecho Guerra es subir a ese púlpito con antifaz.
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