Lo mismo que en España no vemos al Presidente del Gobierno más que a través de su Vicepresidente, en Andalucía no es posible ver ya desde hace tiempo a un Griñán acorralado por las protestas que lo acechan allí donde va y por el disgusto generalizado que provocan los balances de fin de año y las perspectivas del nuevo. La inseguridad y el propio miedo mantienen al Poder oculto, parapetado como puede, y en esas condiciones no sólo será difícil para él recuperarse, sino que resulta bastante improbable una gobernación realista. Un gobernante que no se atreve a dar la cara es lo penúltimo. Tras eso sólo queda asistir al apagón.