Lo que parecía imposible hace unos años –una crisis interna del PSOE que acabara destruyéndolo— ha ocurrido, y la democracia española ha perdido su fórmula equilibradora. La izquierda delirante surgida de la crisis la deja inestable entre una derecha liberal arruinada por sus propios pecados, y una izquierda descerebrada que parece no ver en la política más que una profesión para mediocres. Andalucía podría ser el bastión resistente en espera de tiempos mejores pero no ha de serlo en manos de los mismos. Por lo demás, todos los dirigentes –los antiguos y los modernos— han fracasado ante una militancia afectada por la “enfermedad infantil” de que habló Lenin. El llamado “socialismo andaluz” tendrá que encerrase en la “reserva”. El resto de la partida se jugará a los dados mientras llega y no llega el Séptimo de Caballería.