Los balleneros japoneses disponen de pequeños templos portuarios en los que rendir culto y homenajear ritualmente a las almas de las ballenas (y no se me rebrinque nadie porque Wojtila ya reconoció, en su momento, la existencia de las almas caninas) una vez fileteadas y dispuesta como es debido su grasa en los barriles. Los japos son en esto como todos los mortales, gentes que primero avasallan y luego piden disculpas, pero como son tan raros, al menos para nosotros, incluyen en sus actitudes algunas que, vistas desde nuestra perspectiva, resultan especialmente llamativas. Estos días, precisamente, ha conseguido el lobby ballenero que los organismos internacionales que custodian a esa especie sagrada, levanten el pie del acelerador y dejen caer, como quien no quiere la cosa, que estarían dispuestos por fin a autorizar de nuevo la pesca de los amenazados cetáceos una vez superadas, a su juicio, las razones que han venido justificando la moratoria internacional vigente desde 1986. Pero en Japón mismo, fíjense en lo que son las cosas, aunque el consumo de carne de ballena se haya disparado –es ya un aperitivo habitual en muchos bares, hay infinidad de restaurantes especializados en ella y hasta se ha incluido en los menús de la “fast food”–, resulta que todas las propagandas imaginables no han sido capaces de reducir por debajo del sesenta por ciento la oposición ciudadana a las prácticas depredatorias que amenazan a esa especie. Y resulta también que la mayoría de la población nativa no siente especial atractivo por esa carne roja con saber a mar que, hasta bien avanzada la década de los felices 60, sirvió en aquel devastado país como sustitutivo de la entonces inencontrable carne de vaca. Yo conozco a uno que ganó una pasta hace años dando ballena por ternera en el restaurante de cierto aeropuerto andaluz sin que nadie se percatase del tocomocho, pero en Japón, por lo visto, sí que distinguen, entre sake y sake, el grano de la paja.
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Dicen los enemigos de la ballena que a su voracidad inconmensurable habría que atribuir el agotamiento de los recursos pesqueros de los que tanto se queja la ciencia verde, a lo que sus partidarios responden que lo que no tiene perdón es que en esa industria esquilmatoria esté fabricando con carne de ballena, no sólo prohibitivos menús turísticos sino hasta comida para perros. Al margen de unos y otros, sorda por completo a las voces y a los ecos conservacionistas, la industria sigue su curso, no obstante, de manera que cada año, solamente entra Japón Noruega e Islandia, se cepillan dos mil ejemplares, y a otra cosa. Es cierto que hay por allá arriba alguna tribu esquimal que celebra también anualmente su comunión con la especie protegida, cazando con autorización una ballena para ser consumida sacramentalmente en una festiva misa negra concelebrada con leche de reno y cerveza fermentada, pero no sé por qué me da el pálpito de que toda esa romería no es más que un montaje justificatorio de la inmemorial escabechina que los humanos vienen perpetrando toda la vida contra la sufrida especie. Una odisea memorable como “Moby Dick” no se explicaría a no ser por el hecho de que los hombres barruntaron siempre en la gran mimada del ecologismo el eco del enigma, el trasunto inquietante de lo sagrado, la oscura fuerza que se remonta a las visiones apocalípticas del gran Leviatán, acaso aún presentes en la retina de unos pescadores que en mar abierto arponean con saña a los mismos monstruos que homenajean en los santuarios del puerto después de la faena y antes de irse al cafetín en busca de su bienganada recompensa. Lo sagrado y lo profano, ‘mana’ y ‘tabú’, como diría Eliade, colindan siempre y, a veces, de modo inescrutable, en el palenque sin fin donde se dirime inevitablemente la penúltima batalla de la lucha por la vida.
¿Y a Jonás,Maestro, dónde me lo deja? ¿O a Pinocchio y papá Gepetto? De cuando en cuando, el fino animal se desnorta y se viene a varar a alguna playa del sur a dar las últimas boqueadas. Allá que acuden cazafotos, tanto safaristas de la Nikon como exhibicionistas que van de salvabichos.
Pero permítame el cónclave que me deje de mamíferos marinos y ponga el foco en algo horrible. Uno de los que aspiran a mover muchos hilos mediáticos, y voto a bríos que lo van consiguiendo, es el llamado grupo Vocento. Seguro que lo saben. Como tornado arrollador ahí están dando vueltas hasta gentes tan tán como firmas del Abecé, desde el intrépido Pérez REverte a San Antonio Mingote. Presumen de editar el colorines que más se distribuye y le han cambiado el sobrenombre a XL. No saben que las gordas pedimos ya la triple XXXL.
Los sábados, al menos aquí, reparten una variante femenina. Ni hago spam ni publicidad gratuita. Tecleen “mhmujer.com” y se encontrarán con un álbum de chicas hiperanórexicas, nada de carne y hueso, sino pretendidos figurines, sin gracia, sin arte, sin pizca de estilo, sólo huesos tristes, descarnados, terriblemente inarmónicos, que se ostentan con la mayor impudicia. Ése es el modelo que exhiben ante la audiencia más frágil, más indefensa, más desprotegida, el público adolescente.
Yo espero que algún instituto oficial de esos que rigen las amazonas del pesebre haya puesto ya en el juzgado a quien sea responsable de tamaña agresión de la que es muy probable que se hayan derivado más de dos, más de tres y más de cien tragedias familiares.
Desde aquí propongo un boicot al famoso grupo de las oooes. Nunca con tanta saña se le ha hecho daño a tanta gente joven. Que se vayan al infierno.
Es setupendo lo de que los japoneses no gusten de la carne de ballena sino que se la coloquen a los demás, pero es absulotamente cierto. Hace poco decía un experto que eso viene del atración que se dieron los pobres, como señala en coerto modo jagm, en la dura postguerra que les impuso Mc Arthur. En cuanto al fin de la moratoria, qué quieren ustedes: pues que era lo esperado, ¿o no lo creen así? Nadie puede parar esos intereses, por muchas fábulas sobre ballenas que se difundan. Noruega mismo y otros pàíses nuna aceptaorn la moratoria sino que siguieron cazando cetáceos. Ahora no cambiarán mucho las cosas, si acaso se agravarán. Como todo lo que cambia en este mundo enloquecido.
Para ser justos, soña Epi, dígase que gm habló de Jonás no hace mucho y dijo algo bien curioso: que para él, el libro en cuestión era un cuento embitido en el corpus bíblico. De Gepeto no habló. Me pega que un sentimental como él eludiera la triste historia de Pinocho y se diera más a las avenuras de Conrad o Melville. ¿No se ha fijado usted en que cuando cita a estos autores no los sitúa por debajo aino a la misma altura que al mismísimo Hegel?
No estando de acuerdo con usted tantas veces, tengo que reconocerle un mérito: el de estos jugosos comentarios de la actualidad hechos desde la cultura y el saber. Con lo poco que saben sus colegas, oiga! Bien, usted al manos, incluso cuando desbarra (a mi juicio) nos ilustra, que no es poco. Gracias por todo.
Muchas gracias en nombre de las ballenas.
Indudablemente las ballenas están perdidas pero no mucho más que el planeta habitable. Esta especie nuestra, suicida y asesina a la vez, no perdona nada que pueda suponer beneficio económico.
El otro gran problema de las ballenas es que, debido a su escasez y a la contaminación acústica de los mares, tienen una gran dificultad para encontrarse en la inmensidad del océano para y poder aparearse.
Quiero recordarles que España fue el último país que se sumó a la moratoria, dilatando varios años la carnicería en beneficio de una pequeña e inviable factoría gallega.
Creo recordar que Japón caza las ballenas “con fines científicos”, algo así como mi cuñado Guille que se pasa el otoño cazando jilgueros para no olvidar el sabor de los pajaritos fritos.
El rito de desagraviar al espíritu de la víctima es común a muchas culturas primitivas, desde los indios norteamericanos hasta los bosquimanos pasando por los japos, por lo que veo, y es muy probable que las pinturas de la cueva de Altamira y otras muchas tengan que ver con ello.
No se preocupe por sus discrepancias, amigo Cástulo. Discrepo luego existo, dijo el sabio.
Nadie está obligado a estar de acuerdo con nadie ni con nada a menos que forme parte de algún partido político.
Me cuenta mi amigo Indio Pálido (existe) que los pieles rojas pedían perdón al espíritu de la víctima para que se volviera a reencarnar y poder volver a cazarla al año siguiente, ya que del su regreso dependía la supervivencia de la tribu. Cazaban principalmente animales migratorios y naturalmente nunca estaban muy seguros de su regreso.
¿y que vuelco me dio el corazón al leer el título de hoy! ¡Menos mal! Pero verdaderamente me ha encantado el asunto y la moraleja. Lo de Jonás, lo dijo hace poco ja no sin algún escándalo de algún colega mío, pero desde luego conb mi entera conformidad.
En homenaje al más insigne utrerano D. Jose Marchena en un día como el de hoy lleno de simbolismo de la España cutre y cainista:
Allons enfants de la patrie
Le jour de gloire est arrivé!
Contre nous de la tyrannie
L’étendard sanglant est levé!
L’étendard sanglant est levé!
Entendez-vous dans les campagnes
Mugir ces féroces soldats?
Ils viennent jusque dans vos bras
Ecorger nos fils, et nos compagnes,
Estribillo
Aux armes citoyens!
Formez vos bataillons!
Marchons, marchons,
Qu’un sang impur abreuve à nos sillons!
Nous entrerons dans la carrière
Quand nos aînés n’y seront plus!
Nous y trouverons leur poussière
Et la trace de leurs vertus.
Bien moins jaloux de leur cercueil,
Nous aurons le sublime orgueil
De les venger ou de les suivre,
Trop tard, mon ami Charnego, vous arrivez trop tard, il ya au moins des siècles que les bataillons dont vous parlez se sont épanoui. Peut-être le bruit n’a pas arrivé a la Catalogne, mais, soyez sûr, ce que je viens de vous dire c’est absolument vrai. Salut.