Casi veinticinco siglos después (lo que va de 411 a.C. a 2011), un juez iraní ha tenido una ocurrencia parecida a la de Aristófanes en torno a la sugestiva figura de Lisístrata, al decretar el derecho de las mujeres persas a negar el “débito” a sus maridos en el caso de que estos no les abonen la pensión alimenticia estipulada por la Ley. La histórica sentencia establece que si la esposa no recibe la paga en cuestión “podrá negarse a cumplir todas las obligaciones legales y religiosas hacia su marido”, capítulo en el que obviamente se incluye la prestación sexual. Se ha hablado mucho del carácter inverosímil de la comedia de Aristófanes, dada la situación real de la mujer en la vida griega y, en concreto, a propósito de su papel en el matrimonio, sobre el que lo dice todo la famosa frase –“Pero ¿es que hay alguien con quien hables menos que con tu mujer?”— atribuida a Sócrates, o aquella máxima de Sófocles, rubricada por Tucídides, que consideraba el silencio como el mejor adorno de las mujeres. Si en Grecia esa mujer sublimada en “Lisístrata” no podía salir de casa, visitar a sus amigas o ir siquiera a la fuente, en el Irán de los ayatollás las vemos hoy forzadas a cubrirse la cabeza, impedidas de conducir coches o lapidadas si se tercia, lo que hace tan poco realista esa decisión judicial como siempre lo fue, de hecho, la divertida fantasía del dramaturgo griego. Pero a mí lo que me sorprende, en ambos casos, es que se siga contemplando ese recurso a la negativa femenina como un hallazgo liberador, dado que, al convertirla en recurso legal y prenda de intercambio, el juez no hace sino reducir la prestación sexual a un áspero do ut des que minimiza si cabe la dignidad de la hembra. Por lo demás, no le van a hacer ni caso al juez esas mujeres que se saben con la pata partida en caso de resistencia al marido, porque no hay que tener ningún don especial para comprender al vuelo que la tiranía de género, como diría doña Bibiana, no se arregla con un expediente tan elemental como dudoso.
Ni Lisístrata hubiera tomado nunca la Acrópolis ni sus mujeres habrían conseguido jamás que los machos pactaran un armisticio, pero aunque así hubiera podido ser, es evidente que no cabe cifrar la defensa del fuero ni garantizar el derecho de la mujer en esa hilarante broma que, por lo que sabemos, tanto entusiasmó al público ateniense. Al contrario, a mi modo de ver esa sentencia iraní supone una alta dosis de cinismo (la ingenuidad, dadas las circunstancias, no es imaginable siquiera) que ahonda el desprecio comprobado que la mujer soporta en los países fundamentalistas y, por supuesto, en otros que, sin serlo, actúan como si lo fuesen.
No hay que creer en esas propagandas. Solo dirven para klavar la cara al régimen de que se trate. El de los ayatolás ya sabemos lo que es.
Hay mucha diferencia entre las dos situaciones en la primera se presenta una comedia y en la segunda se vive una tragedia.
Besos a todos.
Mucha razón lleva dola Marte –fiel como pocos a esta cita– en su comentario. La columna apunta a que la providencia de ese tribunal esconde un camelo si no un sarcasmo. Otra cosa podrán decir los islamistas, pero que tratan a la mujer como le civilización del siglo XXI reclama, NO. Lo de Irán es trágico, en efecto, y resulta peor todavía que se camufle con sentencias como la que comenta jagm.
¿Y si el moro tiene cuatro esposas, qué porras le importa que una de ellas se declare «en huelga» conyugal». El problema es que andamos metidops en un debate con una cultura medieval y eso no es dialécticamente viable.
Por favor, ni se imagine a un Aristófanes en esta tierra y entre esos hombres. Lo hubieran lapidado, no le queda duda.
¡No desesperemos!. Pronto la larga figura de nuestra sin par Bibiana Aído cabalgará a lomos de la ONU desfaciendo entuertos de género por tierra,mar y aire….
¡Admirable TBO nos manda Svintus! No creo que esas amazonasacaben con el gran problema que es la discriminación entendida ésta en sus justos límites. Países civilizados, España incluida, maltrata a mujeres y niños cuando no los sacrifica a mano airada. O sea que en todas partes cuecen habas, aunque sería absurdo no aceptar que en el mundo de referencia la mujer es una esclava. De acuerdo cien por cien en desdeñar esa sentencia en principio explicable y justa, pero ja indica conm acierto al decir que no se debe reducir el derecho de la mujer en esos términos.
¿Una gota de agua en el desierto? Como fuere, un gesto inútil, probablemente engañoso. No se puede ocultar la supeditación de un sexo. LO que pasa en Irán desde hace decenios es sabido de todos.