Es penoso que haya que referirse a personajes de tan escasa entidad como el portavoz del PSOE Mario Jiménez, mascarón de proa de la política “griñanini”, pero lo imponen sus propios disparates y las consentidas groserías con que a diario ensucia la vida pública andaluza. Griñán siempre fue hombre bien hablado pero algunos de sus perros de presa han hecho del insulto el eje de su dialéctica, de manera que no quede títere con cabeza y sin insulto en nuestra autonomía. Lo último ha sido llamar “fascistas” a los funcionarios que se oponen al “decretazo”, un improperio especialmente excesivo por venir como viene de un aficionado sin la menor preparación, al que en esta situación de emergencia parece decidido consentírselo todo.