Como todos los años, asistimos indiferentes a la compleja liturgia laica del adiós y la bienvenida al tiempo fugitivo. Nos bombardean con ofertas y sugerencias, desde las meramente oportunistas que animan a comprometer buenos propósitos, a las que, sin más, tratan de estimular nuestro consumo, pasando por las que ofrecen mágicos remedios para lograrlos o, más ampliamente, para propiciarnos buenamente el tiempo recién estrenado. Cuatro velas encendidas desde la media tarde hasta la media noche–blanca, verde, dorada y argéntea– tendrían el poder de ponernos a bien con ese incierto destino favoreciéndonos con bienes espirituales pero sin olvidar los de naturaleza estrictamente material, un sabio francés aprovecha la efemérides para publicar el resultado de una investigación en la que la sagacidad universitaria –en estos tiempos malgastada en tantas pamplinas– habría descubierto que los buenos propósitos propios del tiempo no se cumplirán, en grandísima medida, sino que se verán sublimados, una vez más, en esa efímera aspiración a la mejora que la inmensa mayoría utiliza a efectos más que nada decorativos. Asombra la capacidad que tiene el hombre para organizar estos complejos acontecimientos comparables tan sólo, en su magnitud y popularidad, a su propia capacidad banalizadora. Más de cien millones de mensajes telefónicos se enviaron en España esa noche mágica, trece de ellos en el breve espacio de tiempo que separa las ocho de las nueve, beneficiando a tres de nuestras operadoras con quince millones de euros mientras la cera de las cuatro velas se derretía tan sólo a medias. Nunca la necesidad de comunicarse fue tan vehemente como en esta hora dudosa ni tal vez jamás fue tan gratuita e injustificada. Otro sabio asegura que entre esta súbita pulsión afectuosa y el desapego habitual rige un contraste irreductible y que, si es cierto que el español ha enviado treinta y tres ‘sms’ de media, también lo es que un escandaloso porcentaje de vástagos –escrupuloso a la hora de elegir el color de las bragas o a la de calzárselas del revés– se ha olvidado de llamar al pobre viejo aparcado en el asilo. Ya pasó, menos mal. Todos los pronósticos apuntan, en cualquier caso, a que la estadística del año próximo será todavía más favorable para las operadoras.
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Este extraordinario montaje pacificador de los buenos deseos, que es ya prácticamente universal, tiene que ver y no poco con las primitivas prácticas del “potlach” que los antropólogos han divulgado sobradamente, es decir, con esos rituales despilfarradores que, entre los pueblos bárbaros, actúan como previsores sustitutivos de la violencia habitual. El pescador esquimal –lo ha contado Marvin Harris entre otros– dilapida con prodigalidad inaudita la fortuna acumulada durante el año ofreciendo a sus vecinos, y por lo mismo, enemigos eventuales, un fastuoso ágape que, en su día, deberá ser correspondido como es debido, ceremonia en la que la emulación sustituye a la furia garantizando una paz nunca asegurada pero siempre posible. Y los occidentales hemos desarrollado esa idea al punto de conseguir un “potlach” universal en el que la carne de ballena ha sido sustituida por la palabra y la generosa candela de sus grasas derrochadas en luminarias por la ilusión hertziana de una memoria impuesta por el consumo. Es desoladora la imagen de aquellos primitivos de vuelta, ahítos y beodos, a sus territorios nevados, tras la orgía convenida, pero no más, ciertamente, que la idea del “día después” que entre nosotros renovará el calendario de la hostilidad o, simplemente, de la indiferencia. Cien millones de abrazos cifrados, toda una apoteosis de la fraternidad y una feria fugaz del improbable humanismo de esta especie abducida por la sugestión de la competencia y el imperio de la brutalidad. Ni que decir tiene que la que se ha forrado, como siempre, ha sido la intendencia.
Qué horror. Alguien ha debido enviar sesenta y seis mensajes más que la media pues ni mi pareja ni yo le damos al dedito. (Sé lo que alguien está pensando. No voy por ahí, que luego me dan collejas.) Que no hemos dado ganancia ni de una peseta a las tres mosqueteras, vaya. Tampoco tomé uvas, ni dejo de usar ropa interior siempre blanca hoy ya sin costuras, solo enciendo velas si hay apagones y a las doce y pocos minutos me metí en el sobre. Era un gozo en mi primer paseo matinal del año ver ojeras hasta las rodillas, pasos en zigzag y tomar un café con algunos de mis amigos de todos los días y preguntarnos aquello de adónde vamos a parar.
No faltará quien me tilde de carca o pleistocénica, que nunca falta alguna lengua viperina. Po fale, po m’alegro. Me temo que en estas ciencias que adelantan una barbaridad, aún no he levado el ancla que allá por el 94 dejé caer en la triple W, cuando todavía iba casi a pedales. Ni falta.
Si alguien recuerda a Anthony Quinn en ‘Los dientes del diablo’ no habrá olvidado que el esquimal ofrece a su esposa -la maté porque era mía- y se ausenta una hora para que el invitado soltero pueda yacer, reir decían en la peli, con ella. Con tanto sabio leído como pulula por estas latitudes, ya me gustaría que me aclarasen si puede llegar a tanto la hospitalidad.
(fuera de: ayer por la mañana habían llegado a un híper veinte consolas no sé cuántos y a las once menos algo ya se habían vuelto a agotar. Lo dijo un empleado cerca de mí. Creo que valen sobre 300 leuritos. País).
2.008 será peor que el anterior 2.007 aquí en el nordeste de España.
Comenzamos mal. Esta mañana nuevamente algunos miles de trabajadores han llegado tarde al trabajo.
Una línea de los trenes de cercanías ha tenido una avería de dos horas.
Lo más curiosos viene ahora.
TV3, -la nostra- como dicen ellos, que por cierto es la 3ª en audiencia tras TV5 y Antena 3- ha dado la noticia de manera grosera, manipuladora y …..
Entrevistan unicamente a dos viajeros que ponen la situación presente como catastrófica. Pués bién son dos castellanos- parlantes.
Sabido es que para que se use el castellano en TV3 hace falta casi un permiso del Consejo de Dirección….
Ergo los catalanes son unos calzonazos ó los castellanos-parlantes son rebeldes, o todos somos unos hipócritas y sinvergüenzas.
Cada día se asemeja más el actual presidente de la Generalitat, al personaje de la película de Peter Sellers: «Bienvenido Mr Chance».
Inexpresivo, autómata, frío, hierático……….
El anónimo anterior es mío.
¿Es en serio la pregunta sobre la «hospitalidadsexual» de los esquimales, doña Icaria? En un día tan frío y desangelado como el de hoy prefiero creer que sí. Por lo demás, junto a la curiosa columa, admiro esa rousseaunianismo de usted, tan alejado de la «civilización» como próximo a la cultura.
Decía el rumano Mircea Eliade que en las antiguas fiestas de Año Nuevo no se cambiaba un año por otro distinto, sino que lo que se hacía era renovar, a través de los ritos sacrificiales, el año que se había ido “des-graciando” con el paso del tiempo. Se trataba de recuperar un año nuevo, en el sentido de que volvía a estar como al comienzo, antes de que pasaran los meses, en una promesa de renovación de la gracia que se oponía a la terrible idea de la muerte. Por supuesto la gracia era concebida como el ser de las cosas, ese ser que se iba perdiendo como va perdiendo su energía una pila de transistor a medida que se va usando. Con la fiesta de Año Nuevo la sociedad recargaba sus pilas, de forma que un Año Nuevo equivalía a una Vida Nueva. Evidentemente hoy -en un mundo que presume de elevada racionalidad- no creemos en esas tonterías antiguas, tan hermosas ellas.
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Ciertamente, en aquellos pueblos primitivos que entendían los movimientos de los astros según extrañas teorías vitalistas, la comprobación de que los días, no sólo dejaban de encogerse sino que empezaban a recuperarse, debía ser un motivo de alegría inmensa. Y ya me dirán lo que debían sentir en el círculo polar cuando el día llegaba a consumirse del todo.
Hoy también se alegran mucho las «eléctricas» y lo qyue las rodea con los cambios del «tiempo», de la luz o la temperatura, y demás, pero curiosamente ya no veneran a los poderes ocultos sino que se limitan a subr la factura…
Qué voy a añadir yo que no haya dicho ya ja sobre la «desacralización» del mundo y de la vida, tan estudiada tras las huellas de Max Weber y compañía! Ello no me arrebata el placer íntimo de leer una columna ingeniosam informada y llena a un tiuempo de snetido común e ironía. Seguro que él–o muy mal lo conozco– ha ocntribuido con su pulgar a esa ola de mensajitos. Vamos, ¡¡¡si hasta yo recibí uno suyo que me levantó este ánimo decaído que tengo ultimamente!
Pues si la profecía sobre el 2008 del Abate se cumple, que se jodan y miren un poco a su alrededor en lugar de estar todo el tiempo empinados para ve de lejoslasluminarias de Madrid, que pro cierto, está de dulce, gobierne Anagemona o su porquero, frente a esta Barcelona manga por hombre de los «boichosnois» y los chaenegos agradecidos.
Estas fiestas la dejan a una sin puntilla, maldiciendo al apuntador, como si el culpable de un libreto tan malo no fuera el actor mismo, o sea usted y yo que tanto protestamos pero comiendo mazapán en casa del cuñado. Sociología fina, la columna. No se queden en leerla por encima.
Me ha contado un colega de claustro que un alumno suyo le contestó a la pregunta de quién había inventado la Navidad: «El Corte Inglés». Le he dicho que le dé por lo menos un notable.
Tambié yo estpy a caldito y eso que me he tomado las fiestas con precaución. En Alemania, donde he estado, las cosas no son idénticasa las nuestras, pero no se hagan ilusiones porque este circo llega ya desde Australia hasta Australia.
Lo de los buenos propósitos, bien visto. La ironía sobre los rituales (y no sólo los velatorios), estupenda. He leído una estimación sobre el gasto nacional en estas celebraciones y me resisto a repetirla. Si es verdad que el país estáal borde de una zona oscura imprevisible, mal síntoma de cordura es este «potlach», don josé.
Buen momenot para repasar teorías sobre el significado del AñoNuevo, es decir, del Tiempo, como hace el señor Chic. Pero el jefe se queda, y hace bien a mi juicio, enel fenómeno más visible e irritante del momento: la fiesta de la comunicación intrascendente.Balzac non hubiera imaginado a donde podía llegar la Comedia Humana con tantis millones de «celulares».
Y esto no ha acabado, que faltan los Reyes, otro empellón comercial, y luego las rebajas… El «potlach» dura ya todo el año. Lo raro es que siga habiendo guerras.
¡¡Un cura depre!! Arriba los corazones.
JA enganchado al celular, algún vicio había de tener.
Yo ví la película que nombra la vieja pero no recuerdo la escena. Puede que sí fuera cierta.
Feliz será el Ocho si lo comparamos con el Nueve que le seguirá.
Tan cierta que los reprimidos españoles soñabamos con hacer un viaje al polo.
«Cien millones de abrazos cifrados, toda una apoteosis de la fraternidad y una feria fugaz del improbable humanismo de esta especie abducida por la sugestión de la competencia y el imperio de la brutalidad».
Tremenda frase. Pero no se olviden de aquello que decía «Omnia vincit Amor». La mayor ingenuidad es olvidar que el mal y la estupidez nos acompañará siempre, y que nuestro deber de cada día es buscar la felicidad, la belleza y la hermosura en cada ser humano.
Buenas Noches
Pero, bueno ¿lo de las velas funciona??