Es un secreto a voces en la prensa económica y en la política que el Gobierno argentino maquilla la estadística para reducir la inflación. La realmente existente va disparada, al parecer, superando las previsiones que la situaban sobre el 20 por ciento para hablarse ya de un 30, y subiendo. Los argentinos están hechos a esa vaina, por supuesto, y tienen experiencias como la que llamaron la “hiperinflación” de finales de los años 80, cuando los taxis llevaban sus tarifas actualizadas cada día y hasta debían consultar por teléfono a la central el cambio del dólar antes de cobrarte la carrera, y el país estaba prácticamente en almoneda para deleite de turistas y desesperación de nativos. Esta vez, sin embargo, quizá por el soponcio mayúsculo que supuso el “corralito”, hay una novedad y es que del tema no se habla, o mejor dicho, rige la prohibición rigurosa de no mentar la bicha. Los argentinos tienen esas manías –no pronuncian jamás la palabra culo, por ejemplo, desde hace una temporada larga—pero, en esta ocasión, son los propios funcionarios quienes tienen expresamente prohibido hablar de “inflación”, debiendo en todo caso sustituir la evidencia de sus efectos por el eufemismo “reacomodamiento de precios”. ¿Les recuerda algo la situación? Pues aunque así sea, hay que reconocer que aquí, al menos, la mentira gubernamental es sólo formal, puesto que, al menos de momento, los datos para calcular los índices efectivos se siguen ofreciendo más o menos intactos desde los organismos oficiales, mientras que en Argentina nadie se toma en serio los que facilita el INDEC, siempre muy inferiores a los que llegan desde el FMI y demás observatorios neutrales. Negar la realidad, camuflarla para que no se vea, es recurso universal que la vida pública aprendió tal vez de la privada, pero que ni un caso ni en el otro sirve para gran cosa. En aquellos lejanos años que cité se veían en los escaparates de los bancos ofertas de réditos del 1.000 por cien anual y mayores aún. Ahora la cosa no llega a tanto pero no sé si todo se andará porque ya se pagan los plazos fijos al 17 por ciento en pesos y manteniendo congelado el dólar. No escarmientan. En ese país pasan una y otra vez, sin solución de continuidad, de la ingeniería financiera a traumatología.
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Lo de “reacomodación de precios” viene a ser allá lo que la “desaceleración” ha significado aquí, lo mismo que supuso llamar “cesión temporal de agua” o “transferencia” al trasvase puro y duro del caudal del Ebro a Cataluña, igual que ahora se habla asépticamente de “interrupción voluntaria del embarazo” en lugar de decir aborto provocado, “daños colaterales” en vez de víctimas civiles o “limpieza étnica” por genocidio. Vivimos el apogeo del eufemismo, la gran boga del camuflaje verbal, en que se asienta cómodamente la mentira política abullonada sobre otros muchos camelos que desnaturalizan la realidad, cada cual con su cuenta y razón. Cuando España era aún una nación de subsistencia agraria se ocultaba la frecuentísima y letal tuberculosis diciendo vagamente que la víctima estaba “enferma” o se negaba la invasión del piojo verde con la triste metáfora de que el invadido tenía “miseria”. Por eso digo que puede que el eufemismo sea, en realidad, un recurso privado del que el Poder ha sabido beneficiarse aprovechando que el hombre es un primate convencional gravemente preocupado, por lo común, en ocultar sus lacras o emperifollarlas con el aderezo que le brinda un idioma tan dócil como versátil. Lo que no impide que la realidad acabe imponiendo su fuero y más tarde o más temprano haya que pasar de sugerir la “desaceleración” a reconocer que padecemos “la crisis más compleja que hayamos vivido nunca”. Podemos hablar de “desempleados”, pero en la cola del INEM, por desgracia, cada vez habrá más “parados” de carne y hueso. Eso lo saben hasta en Argentina.
LOs eufemismos son universales y según tiempo o lugar van a tocar cosas rarísimas. En Francia ya no hay ciegos sino mal videndes, ni limpiadores sino técnicos de superficie ni campesinos sino explotantes agrícolas y así sucesivamente.No se sabe porque campesino resulta cateto de repente y «explotante agrícola» mucho más honroso, con el respeto que les tengo yo a los campesinos de verdad, los que aman y conocen el campo y no tienen explotación agrícola!
Aquí también hay inflación , y mayor que la que los instrumentos gubernamentales quieren reconocer.
Fuera de lugar: ayer fue un buen día para el blog. Excelente artículo. Me gustó mucho. Bienvenido a don Antonio….a menos que ya haya estado entre nosotros.
Besos a todos.
Un obrero de base en el Polo de Huelva se llama «operador de campo». No se lo pierdan.
Qué puntazo, Jefe. Lo del bacilo de Koch aún era tabú en los ochenta. Los propios médicos nombraban la tuberculosis como tbc, dicho, ‘tebecé’. Una servidora de niña oía hablar de que alguien ‘padecía de pleura’ o de ‘un resfriao mal curao’. Los que podían pagar al radiólogo, ocultaban ‘la mancha en el pulmón’. También alguna barriada de pueblo aún se conoce como el Piojo Verde, tal cual la bautizó –y bautizada para siempre quedó- algún ingenioso, aunque con el escudito del Instituto de la Vivienda la hubieran rotulado como del Caudillo o de la Virgen del Rastrojo. Para la caligrafía, mi maestra usaba unos refranes, dichos o proverbios sapientísimos. Aún recuerdo uno que era perfecto tratado de filosofía: Arrojar la cara importa, que el espejo no hay por qué.
Con el excelentísimo don Adolfo se dijo aquello de considerar normal lo que era normal a nivel de calle, pero el gusano del eufemismo ha seguido dentro de la manzana y se activa sobre todo cuando hay que ocultar cosas que están muy a la vista y se va repitiendo machaconamente, como si viviéramos permanentemente chupándonos el dedo. Una ya se ha hecho a aquello de que la mayoría de los políticos son muy cortitos, pero se sigue indignando porque en su cortedad nos sigan tomando por imbéciles.
Me dice una amiga que con el 0,1 que le suele rentar su libreta de ahorros, está preparando un calcetín para los pocos miles de euros que suele tener en la reserva. Por si a alguna minerva se le ocurre plantar el corralito en la bosta de toro. Que todo puede ser.
(Tal vez, Antonio,
me pasé de frenada.
Choque esos cinco.)
Otro eufemismo (yo lo veo así) de nuestros días:
Cuando alguien trabaja muchas horas y cobra poco dinero suele decir que está explotado; pero cuando trabaja mucho y no lo cobra mal suele decir, simplemente, que «sufre estrés».
Los hay mejores, don Rafa, por poner, gay a un maricón, gasto social al despilfarrro pienso en los 400 euros), comida preparada a la comida basura. La vida es un eufemismo de calvario para muchos, mientras que para otros, el trabajo lo es de enchufe ocioso. En fin, la vida.
Dª Marta le agradezco sus gratificantes palabras. Lo habría hecho anoche mismo pero unas melodías orientales a ritmo de qanun que venían de los Reales Alcázares llamaron mi atención. Dª Passiflora, por Dios, ¿qué lenguaje es ése de “choca los cinco”? Parece salido del mismísimo Bronx. Yo pensaba que como mínimo había sido educada por las ursulinas. Reclinatorio y le beso en la mano, como no podía ser de otra manera.
D. JA se sale como de costumbre. La incongruencia de “lo políticamente correcto” sólo es la falaz estrategia que utilizan los que se sientan en las poltronas del poder para desactivar a las almas inquietas. ¿No ven la artimaña cuando se refieren a ellas como “mentes crispadas”? Yo en mi laburo, dónde a los curritos les llaman “recursos humanos” tengo mi daga toledana siempre a mano porque los veo venir a kilómetros. Es a éste tipo de meretrices a quienes me refería D. Pater, que yo sé que mi sesera no le llega al dobladillo de su sotana. Deseando estoy de perderlas de vista aunque sea sólo por un tiempo, y me tenga que perder por los caminos de Samarcanda.
Saludos a todos.
Bonito y certero, doble mérito que me hace comulgar con don ja un día más. Es estupendo eso que ha dicho alguien más arriba, de que la vida es ya un eufemismo (ahora veo que es Rascayú), lo que no deja de sewr una lástima porque nada hay como la realidad. El eufemismo es una droga no siempre blanda y tiene efectos devastadores no sobre los consumidores sino sobre toda la tribu, fume o no la pipa de los jefes.
No se olviden de los disfemismos, también frecuentes en un país mmaniqueo, dualista, dividido en dos partes enfrentadas como no lo estaba desde los tiempos que todos lamentamos y algunos añoran. Don josian da hoy en el clavo otra vez pero este tipo de reconocimientos va a haber que dejarlos de lado para evitar sensaciones equivocadas. Lo de los «des-empleados» en la cola del INEM me ha llegado dolorosamente al alma.
21:46
Hace años, muchos, había en España tontos que un día pasaron a ser retrasados mentales, más adelante los convirtieron en subnormales y ha medida que cada nuevo eufemismo se hacía peyorativo pasaron a minusválidos psíquicos, discapacitados psíquicos y ya hay algún listo que dice que prefiere llamarlos personas diferentes.
El caso es que lo llames como llames las palabras siempre significan lo que definen.