Los jueces siempre llevan razón; los jueces no siempre llevan razón: he ahí la alternativa insoluble, el binomio de la discordia. Los que han consagrado el derecho de un ex-presidente de la Junta a ignorar al Parlamento en el feo asunto de la Faffe (puticlubs incluidos) acaban de demostrar que una democracia –imperfecta, pero democracia al cabo– maldita la necesidad que tiene de una “quinta enmienda” como la que en la tocquevilliana garantiza, por encima de los manguitos, el fuero ciudadano, de manera que, en lo sucesivo, cualquier requerido podrá hacerle la higa impunemente a la soberanía popular. Parecen empeñados en confirmar, tantos años después, la caricatura que hizo Burgos de la Cámara Autonómica: “Este Parlamento es el de la señorita Pepis”. ¡Y tanto!