Ya hay en Huelva un Juzgado de Violencia sobre la Mujer. Ha tardado tres años en inaugurarse (se inauguró, por fin, antier) y Huelva ha sido, otra vez, la última provincia en recibir esa imprescindible ayuda. Tampoco hemos oído voces feministas en esta ocasión, y menos procedentes del feminismo en nómina, como no las oímos en casos anteriores (que no hará falta recordar) cuando el maltratador era “uno de lo suyos”. Aunque –las cosas por su sitio– incluimos en esos silencios a todo el feminismo sin excepción, que no es sólo el que vive del asunto en el ámbito del PSOE el que cierra la boca. Aquí tienen un caso: tres años de retraso, la última provincia de Andalucía en conseguir ese instrumento, y ni flores. Uno no sabe, la verdad, si se ponen de acuerdo o es la pura casualidad, pero esa indiferencia en la lucha contra el maltrato a la mujer parece común a todas las tendencias políticas.