Arrancó el último debatillo con un dueto escato-porno sobre el mal llamado onanismo que provocó el celo de Olona y acabó con la protesta de exaltación entusiasta de ese desacreditado “amor propio” por parte de la primera dama de Cádiz, para ser rematada luego por un tertuliano con la impúdica metáfora de “la mano amiga”: pura chirigota. En el modesto rasero de los contendientes se salvó apenas la imperturbable moderación de un acosado entre Job y san Sebastián, y no cupo ni asomo de programa por parte de ninguno. ¡Para qué! Lástima que los augures descarten a Ciudadanos después de la exhibición de discreta racionalidad protagonizada por el vice Juan Marín. Ante el fantasma retro de Vox y el soponcio de las ¡once Izquierdas! coaligadas, la verdad es que un tipo así no estaría de más para la “continuidad del cambio”.