No cabe duda de que la multinacional Matsa, que apoderaba la hija de Chaves y a la que éste en persona concedió la famosa subvención milmillonaria, poseía una llave maestra que abría todas las Administraciones en Andalucía. El Gobierno regional era para ella pan comido, como se vio cuando cambió la ley en su beneficio y luego le largó la pasta; con el Ayuntamiento compartía mesa y mantel; y con hasta con la Policía –según la Policía, ojo—tenía hilo directo y mando a distancia. Así fue como le dieron la nacionalidad al jefe de la hija de Chaves, según una investigación policial de Asuntos Internos que abortó Rubalcaba siendo ministro y de la que el Subdelegado del Gobierno en Huelva balbucea para decir que no tiene ni idea de cómo pudo pasar. Lo que aquí se ha vivido en los últimos años justifica sobradamente lo que parece que va a ocurrir.