Al margen de las consideraciones que pueda sugerir el nuevo Gobiernillo, llama la atención un hecho: que el Senado se ha convertido en el refugio más seguro para los políticos amenazados por la instrucción de los ERE y las prejubilaciones falsas. El propio Griñán, su mano derecha Carmen Aguayo y hasta su heraldo Mario Jiménez, en la Cámara Baja se refugian, en efecto, buscando el amparo de un fuero al que sería mucho más democrático renunciar. ¿Se acuerdan de aquello de “no hay caso”? Pues lo había hasta el punto de que la sombra de esa juez imperturbable ha forzado un “tiempo nuevo” en la autonomía: la era de los ERE.