Las elecciones españolas y francesas están dando lugar a muchas cábalas, unas muy puestas en razón y otras bastante menos. El súbito liderato de Sarkozy había hecho concebir unas esperanzas de hegemonía conservadora que se han visto contradichas por unas municipales en las que, con toda evidencia, la abstención de los propios sarkozistas (en todo caso, la más baja registrada en este tipo de comicios durante la V República), desoyendo la vehemente llamada a la participación que ha atronado el país, ha determinado este fracaso, quizá prematuro, de quien hace tan poco arrasaba a una de las candidaturas más festejadas por la izquierda gala, la de Ségolène Royal. Sobre ese fracaso –que sería prematuro, a mi juicio, proyectar sobre unas generales para las que queda un buen trecho– ha debido gravitar considerablemente la altanería de un líder que parece deslumbrado por su propio éxito y la exhibición de cuya vida privada, rayana en lo ridículo, no parece haber gustado a quienes esperaban de él una seriedad a tono con su carácter enérgico y severo. El electorado francés, a diferencia de otros, suele mostrarse más reflexivo que fiel y más racionalista que sentimental, lo que explica los diversos vuelcos registrados en las últimas décadas, pero en todo caso, parece indiscutible que la democracia evoluciona a un ritmo rápido hacia un modelo ‘mediatizado’ en el que el liderazgo depende más de la imagen que de la razón de los candidatos. No estamos ya, evidentemente, en una democracia como la primitiva griega o la romana en las que el voto se decidía atraído por el talento y la palabra (lo que no excluye fallos célebres) sino ante un sistema de formación de la voluntad colectiva que pivota sobre la seducción, en buena medida hipnótica, de los medios audiovisuales sobre el electorado. Es la “democracia telegénica”, esa modalidad del autogobierno basada en la fascinación y no en el juicio, y que permite que haya de soportarse, como si fuera normal, el comentario de que un buen candidato nunca ganará a otro eventualmente inferior porque la cámara “lo quiere más”. Schwarzenegger, gobernando California. Quizá hoy todo un Jefferson perdería frente a “míster Universo”.
Ya digo que Sarkozy no me parece desahuciado ni nada que se le parezca, entre otras cosas porque en un PSF roto en veinte facciones no brilla ningún astro ascendente. Su ejemplo resulta bien útil, en cambio, para entrever los límites del poder y, sobre todo, su incompatibilidad –a corto o medio plazo– con las actitudes arbitrarias o provocativas. Poca gente da ni quita el voto en un país como Francia porque un presidente sea bígamo, como lo fue Mitterrand; mucha puede retirarlo, por el contrario, ante exhibiciones estelares como las que ha prodigado el presidente francés con esa modelo que, para colmo, ya ha adelantado que la fidelidad no cuenta gran cosa entre sus objetivos vitales. Claro que el tema y problema no es ése sino el deslizamiento efectivo de la democracia hacia un sistema crecientemente irracional en el que el voto obedece a la atracción audiovisual del personaje mucho más que a su capacidad dialéctica o, incluso, a su ejemplo señero. Eso es justamente lo que uno de los “sabios” invitado por ZP advirtió antes de las elecciones y eso es, en buena medida, lo que ocurrido en ellas: que se ha confundido inextricablemente ‘convencimiento’ con ‘atracción’, que se ha votado más por el talante que por el talento, más por embeleco que por convicción. El ‘carisma’ apenas es ya ‘simpatía’ y no es necesario recordar la desconfianza que, a partir de Weber, muestra la mayoría de los expertos en lo que Lidholm, en su espléndido ensayo, llamó “el sirviente poseído”. Alemania aparcó un día su razón y acabó construyendo crematorios. No digo yo que ése sea el término de la comparación pero sí digo que por algo se empieza.
Don José Antonio, sin ningún ánimo de polemizar, creo que es usted demasiado indulgentecon la sociedad francesa. Los franceses son versátiles, egoistas, ciegos, inconsecuentes, enfín desesperantes.Quieren reformas, porque porfín comprenden que son necesarias, pero que a ellos no les toquen ni el sueldo, ni el horario, ni las condiciones de trabajo; eso para el otro. Votan a un tío, que promete reformas y cuando empiezan y las ven encima (cosa que no solía ocurrir) van corriendo a pedir cobijo al otro bando.
Por otro lado este Presidente tampoco dice claramente que hay que apretarse el cinturón, sin duda porque eso es algo que no podemos oir. Pero si no lo dice la cabeza del estado ¿quién nos lo va a decir? Y si no dan ellos el ejemplo ¿quién lo va a dar?
No se autoflagele, doña Marta, que me parece que la tesis de don ja está en su justo medio, ni juzgue tan aprisa a Sarko, al que le queda seguramente mucha cuerda.
Estoy de acuerdo con la alarma que lanza la columna: la mediatización telegénica de la elección de candidatos. Tocqueville, Montesquieu, Jefferson… hubieran hincado el pico de nuevo si resucitaran y vieran lo que está ocurriendo.
Muy justificada inquietud: elegir a los guapos o atractivos es un absurdo. ¡Churchill hubuera fracasado siempre por no hablar de Andreotti! Si, don ja, ya se´q ue me va a decir que si Andreot. no hubiera salido mejor, pero ese es otro cantar…
Vuelve jagm por sus fueros, falta que le correspondamos nosotros. Tambíén yo concuerdo con su tesis de hoy, una tesis ya sostenida por no pocos politólogos y que cualquiera con sentido común puede compartir.
Imparable la carrera para negar la democracia que llevan ustedes, en especial la vieja loca.
El párrafo sobre el carisma es definitivo. La tesis, para no dormir. Mis amigas y yo hemos discutido sobre ella. Hay mucha tela que cortar en ese enfoque, nos parece.
En el clavo. Los retrata de cuerpo entero. Lamentable, pero cierto.
Mírense en el espejo americano (el ejemplo de Schrz… es perfecto) y échense a temblar. La vez anterior hunbo que elegir «entre el malo y el tonto». Esta vez ya lo están viendo ustedes, entre la mujer y el negro, según los kukluxklanistas. La próxima, ya veremos. (Si es que lo vemos).
Conforme con lo de Sarko: es pronto para darlo por perdido. Con la tesis de la telegenia, tan conforme como triste, porque es uan verdad ccomo un templo. Todos hemos oído esos comentarios hace unos días. Y no sólo los españoles somos bobos, bobos los hay en todas partes.
Esta democracia hace agua, lo que no significa que haya que optar por modelos autocráticos sino corregir con prudencia la normativa. El otro día daba jagm un palo tremendo al sistema electoral vigente, al que tomaba por «estafa electoral». Hoy nos dice algo todavía más alarmante porque se refiere a nuestro propio albedrío, no a un fallo de la ley, sino a un fallo de las conciencias.
No es que hubieran hincado el pico, mi don Prof. Más bien que en la época actual nadie les hubiera echado cuenta. Tocqueville sería hoy un ‘pijo’ con múltiples comparanzas actuales. Mi don Secondat, un pringao al que no admitirían en ningún partido hoy o lo expulsarían en cuanto abriera el pico dos o tres veces en cualquiera de sus sanedrines. A mi don Jefferson, con sus ‘tonterías’ de la democracia participativa, la separación de poderes, la separación Iglesia-Estado o sus ‘cosillas’ de la libertad de conciencia, le vendrían las tortas por un moflete y por el otro.
Y es que a lo que aquí y ahora llamamos democracia, se parece a los modelos clásicos, desde lo que se concibió en Atenas hace 2.500 a lo que cuadricularon y sistematizaron los tres próceres de antier, anteriormente aludidos, se parece, digo, lo que un huevo a un huevo kinder. Algo en la forma, pero sólo cáscara y con contenidos sorprendentes.
Lo Clava el Anfi, del que subrayo tres perlas:
* el liderazgo depende más de la imagen que de la razón de los candidatos.
* el deslizamiento efectivo de la democracia hacia un sistema crecientemente irracional.
Si en el 60, el cara a cara Nixon-JFK, supuso acercar la política al demos, hoy las tvs y los interneses han convertido a la política en un juego de videoconsolas.
Le leí a alguien el otro día que la democracia es un sistema, pero hay otros. Tal vez estamos sosteniendo en pie a un fantasma que hace tiempo está enterrado, pero que da mucho juego en el jálogüin permanente de mascaritas y voces atipladas.
(Se admiten collejas)
Huy, como me enrollo, me adelantan todos vdes. mientras tecleo. Por la izquierda, of course. Porque el sociata (bésame la culata) lo que hace es embestirme. Po fale, tronk, po malegro. El día que se te escape algo mínimamente favorable hacia mí, me engulliré las dos cápsulas de cianuro.
Por cierto, si yo había contado tres perlas, por qué solo me salen dos. Cabeza la mía.
Si hay que rectificar, rectifico, pero es para nada. La tesis de que hay mucho que reformar es tan cierta, que tal vez habría que cambiar los dos términos griegos definitorios por otros dos. Yo incluiría ‘aristos’. Como el sociata no sabe griego, no sabe que es el superlativo de … que te crees que te lo voy a contar a tí, ceporro.
No sé para quien iba dirigido lo de «vieja», porque doña «bashi» todavía no se había manifestado. Si era para mi, muy honrada me siento…aunque coste que no me siento vieja, y que tampoco lo soy.
Naturalmente, estoy de acuerdo con el análisis de don José António: hay que ser ciego para no estarlo.
Martillea en frío, amigo gm, pues tenemos el sistema que interesa a quienes mandan. Lo que no deja de ser curioso es por qué mandan los que mandan –me explico: qué misterio hace que membrillos como los que gobiernan (?) en este país o en el Imperio, en Irán o en Congo, hayan dado en el método de conquistar y conservar el poder. Mi teoría se entedería mejor con ejemplos, pero estamos en Martes Santo y es mejor dejarlo ahí. Ustedes ya le pondrán nombre y cara a los membrillos.
En España siempre funcionó la telegenia: Suárez, Gnzalz… Con Aznar –un gran presidente aunque a mí no me fuera simpático ni a tanta gente– el gran argumento fue lo del bigotito. Con Rajoy se repite la jugada, comparandolo con el mancebo leonés en el que nadie había reparado en tantos años de Parlamento, ni siquiera dentro de su propio Grupo.
Observo que aumenta su escepticismo ante las dificultades o desviaciones del sistema y me inquieta, no la crítica ni el propio escepticismo, sino el límite de su preocupación. ¿Dónde acabará su disgusto con lo que hay, podría darse el caso de que acabara rechazando un sistema que, evidentem,emnte, tiene defectos tan graves que usted ha hablado de «estafa electoral», a mi modo de ver con toda razón. No albergo ninguna duda sobre su dignidad o integridad ética y política, lo sé demócrata a carta cabal. Por eso mismo me inquieta escucharle críticas cada día más fuertes, auqnue ya sé que hay muchos teóricos que vienen formulándolas desde hace muchos años.
Cuidado, señor Rick, que le está dando juego a Sociatilla. No hay que temer a la crítica, por dura y exigente que sea. Lo malo es justo lo contrario, es decir, aceptar las cosas «tal como son» dándolas por inevitables. La democracia se cuestiona hoy a fondo, como se cuestionó siempre. IU la ha llevado al Juzgado –¡a buenas horas, mangas verdes!– y el voto blanco aumenta considerablemente. Fíjense en el éxito de Rosa Díez que ha ganado precisamente NEGANDO lo que hay, diciendo que lo que hay es injusto y perfectamenre reformable… si quieren quienes se vienen beneficiando de lo que hay…
No debió reprimir esos ejemplos, mi don Tímido. No dormiré esta noche por muy MS que sea, pensando en cuáles acierto.
No solo telegenia, mi don Abejo. El mancebo -no sería mal oficio para el mushasho cuando deje el feudo moclovita, despachar aspirinas- fue Culiparalante casi media vida. En el diario de las Cortes no debe aparecer su negrita muchas veces. Lo utilizaron unos cuantos listillos solo para noquear al Bonito. Tal vez pensando que era de usar y tirar. Pero se estrella contra un muro y se agarra como una salamanquesa. Trabajo va a costar despegarlo. Al tiempo.
En cuanto a la almendra del tema, sigo pensando que la democracia es el menos malo de los sistemas, pero si se desvirtúa aún más, si la siguen prostituyendo hasta dejarla arrastrada por los suelos, serán necesarios los mecanismos de autocorrección cada vez más drásticos. Lo que no se le puede es seguir llamando burra a un artefacto metálico con dos ruedas, manillar y pedales. Ustedes saben mucho mejor que esta bruja arribafirmante lo de la esencia y el verbo.
(Lo de vieja y loca es por mí, doña Sicard, no se preocupe. Es de las pocas verdades a que alcanza la neurona del zoquete. ¿O zoqueta? Pero no se preocupe, no me dura ni veinte segundos del primer asalto).
Oui, c’est moi.
La democr. es el menos malos de los sistemas políticos. Bueno, Platón enumeraba tres igual de legítimos a los que correspondían otras tantas formas degeneradas. En el caso de la demoracia el contramodelo era la demagogia. Es decir, esto que tenemos, lo que hemos visto en los debates, lo que hemos escuchado en los mítines, la basura partidista de los medios partidarios, la ignorancia de la gente… No se le puede seguir llamandui burra a una bici con manillar y pedales: doña, la veenrable anciana, lleva toda la razón.
No hay riesgo en la crítica. Como en medicina, en políitca y en todo, el riesgo está en asumir el error o el defecto como incorregible, en no poner remedio, en quejarse sin reaccionar. Vamos a ver qué pasa en el Congreso cuando Rosa Díez propomnga cambiar la Ley Electoral. Ahí, como el otro día dijo gm, se van a retratar todos digan lo que digan.
Jagm lleva más razón que un santo y viene repitiéndo desde hace mucho ese prudente y honesto aviso: La partitocracia es un cáncer. Que personajes como muchos de los quen nos gobiernan mantengan en el dique seco a otros de mucho mayor talento demuestra que esta lucha no es leal ni razonable ni puede ser justa. Esperen a ver el nuevo Gobierno, con sus trágalas y todo. No hay porqué considerar la democracia como intocable. Nada puede serlo mientras haya libertad real.
En efecto, la democracia no es intangible ni escapa a la crítica. Ni siquiera garantiza la bondad o el acierto. Recuerden la elección de Hitler.
Un hombre un voto. Un madrileñño, seis alaveses (gm dixit). ¿Es esto una democracia? Mientras sea eso, y lo es, conmigo que no cuenten.