La pandemia maldita ha dado de sí, entre tantos males, un desconocido efecto político: la unanimidad. El “Gobierno del cambio” podrá contar desde ahora –¡quién lo hubiera dicho!–, al menos provisionalmente, con el apoyo de todas las fuerzas políticas que viven –¡y qué vida estupenda!— en y del Parlamento autónomo. Desde la Derecha montaraz hasta la Izquierda antisistema, pasando por los diversos Centros gravitatorios, el politiqueo deja su sitio, por el momento, a la leal colaboración: a la fuerza ahorcan. Otra cosa no hubiera sido posible ante la desconcertante situación-límite en que nos ha colocado el virus y como, además, nadie sabe ni bien ni mal dónde estamos ni qué hacer, pues se ha producido el milagro. Hizo falta la tragedia, casi el apocalipsis, para que nuestros bienpagaos se arrimaran al sentido común. Queda sólo por ver cuánto les dura el buensentido.