Está resultando desmoralizador el último acto de la legislatura. Hay gobierno regionales en los que los entrantes acusan a los salientes de destruir o escamotear masivamente la documentación oficial, hay Ayuntamientos grandes y pequeños dedicados a “legalizar” facturas irregulares a base de improvisados reconocimiento de deuda a los acreedores, hay adjudicaciones de mayor cuantía concedidas “in extremis” por ediles “en funciones” a saber por qué pero, en todo caso, condicionando irreparablemente al sucesor con esos compromisos, van y vienen las máquinas por algunas instituciones trituradoras de documentos, y hasta se ha recurrido a aceleradas quemas de sabe Dios qué papeles. Un espectáculo denigrante, una exhibición de trampeo impropia de una democracia cada día más mediatizada por los intereses de los partidos.