Muchos españoles seguimos con atención la disparatada aventura de la falsificación de la historia emprendida por los actuales secesionismos como secuencia natural de sus precursores. No han inventado nada, ciertamente, estos falsificadores pues la superchería historiográfica es un deporte clásico del que no se libraron siquiera los venerables fundadores y al que se han dedicado, con notable éxito en muchas ocasiones, incluso falsarios de tres al cuarto. Pocas demostraciones tan ilustrativas, en este sentido, como el estudio que dedicó al tema el maestro Caro Baroja quien, todavía en entrañable clave romántica, atribuía irónicamente al diablo, en su empeño por introducir la confusión entre las generaciones, la dirección de esos fraudes. No hay nación ni grupo que no disponga de una memoria legendaria o sencillamente mítica de su pasado, porque curiosamente los mismos hombres que tan poco respetuosos son con ese pasado hacen de él una bandera a la menor de cambio, y ello podría explicarse por el enigmático prestigio del pretérito entrevisto desde cada presente. Lo curioso es el valor que los propios “novadores” atribuyen a la tradición, en la que ven un inagotable fondo de legitimidad para sus ocurrencias, y hay que decir que, salvadas las distancias, eso vale tanto para los clásicos venerados de la Antigüedad como para los francotiradores dedicados a inventarse un pasado justificador de sus propias pretensiones. Ha habido incluso una corriente escéptica, en la que me gusta recordar a Péguy, que sostenía la inviabilidad de una historia objetiva toda vez que para la de tiempos remotos se carece de pruebas y para los próximos sobran referencias. Y hay que tener gran tacto para no acabar dando la razón a Niestzche en su idea de que el historiador, a fuerza de mirar hacia en dirección al pasado, terminaba creyendo “hacia atrás”. El gran problema no es ése, en todo caso, a mi modo de ver, sino el deseo embaucador de los falsos legitimadores. Es una cruz esto de que tantos hombres no puedan vivir sin sentirse descendientes del semen de Cronos o de la pata del Cid, pero en ésas estamos desde siempre y ello justifica la inacabable falsificación del pasado observable en todos los tiempos.
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Estos días comprobamos que ese empeño falsario se ha generalizado entre las autonomías con grave riesgo para la Historia común, que no se niega que haya sido amañada a su vez, pero que la historiografía ha ido depurando luego razonablemente. Asombra ver que se elimina la referencia a Atapuerca para sustituirla por un yacimiento lugareño, que se confiere entidad de nación a lo que jamás lo fue, o que se redistribuyen las huellas del Camino de Santiago a gusto de los localistas o en consonancia con las ideologías de partido, hasta darle la razón al tremendismo que negaba toda posibilidad de conocer rigurosamente el pasado con el argumento de que, al fin y al cabo, la Historia es palabra humana y, en consecuencia, nace sometida a esa condición y al consiguiente riesgo de equivocarse y equivocar. Ya ven que, naturalmente, ni me planteo recurrir a la teoría historiográfica, y lo hago así convencido de que en poco o nada concierne a los falsificadores ese “saber histórico”. Lo que interesa a Arana o a Infante, pongo por caso, lo que hoy desvela a los comisarios regionalistas, nada tiene que ver con la Verdad y mucho, si es que no todo, con el deseo. Y a esa necesidad imaginaria no da respuesta la Historia sino el Mito que, hoy como siempre, sirve al imaginario para sublimar la realidad y adaptarla a cada proyecto. Cuenta Livio cómo en Roma el propio Senado mandó quemar solemnemente y en público, por considerarlos lesivos para la tradición nacional, ciertos textos misteriosos hallados en un derribo. Uno no añora ese fuero de la Verdad oficial pero daría lo que fuera por un Senado que mandara siquiera la décima parte que aquel.
Se hace notar la coincidencia del tema y enfoque con la campaña de Pedro José Rmz., el de los pantys, que hoy se escuda en los carcamales de la Academia de la Historia para refrzar el malintencionado reportaje de Romero sobre las «alteraciones» editoriales en los libros de texto. Sólo lo indico. Juzguen ustedes.
Pax vobis. Tema y discurso inobjetables, asunto de importancia total. Sólo a fanásticos o descerebrados puede ocurrírseles falsificar la Historia. Y sólo mercachifles plegarse a su «encargo». (No se enfade, Sociata, haya paza, pero es usted un hombre de odios).
Con un par, esa alusión a Infante con la que está cayendo sobre Vidal-Quadras. Qe el jefe conoce bien de lo que habla lo ha demostrado hace mucho en sus escritos y comentarios. Pero hoy podía haberse escabullido hablando de otro «padre» cualquiera y no lo ha hecho. Me gusta este ío porque se viste por los pies.
Nohay queadvertirque otra vez hay errata en el título. En el periódico dice «HISTORIA Y POLÍTICA», que es un reflejo de las cosas de Díez del Corral de quien gm, como una servidora según para qué, fuimos alumnos aventajados hace ya muchos años.
Confieso que me cuesta creerme lo que estña ocurriendo al parecer. Nunca se había llegado ta lejos, ni siquiera con Franco, que limitaba su presión ideológica sobre los historiadores a evitar que los alumnos pasaran más allá de Isabel II.
Infante con su Hércules Fundator, el loco Arana con Aitor, Castelao -un médico poco dedicado a sus pacientes y mucho a la farándula- con su Breogán… Pues resulta que Casanova fue de carne y hueso y no puso mucha fijación con los Raimon Berenguer y Berenguer Raimon. Un héroe de la historia, vaya. (uno, dos y tres, tres banderilleros en el redondel. Y cuatro picaores y Reverte en medio, por la quinta provincia. Je, je)
Lo de Santillana, sociata, es algo más que una falsificación. Es abrir el orificio oscuro ante los nacionatas para que entre por tan sucio lugar el puñado de euros, que es lo que importa. Nos ha merengao Noé con los chubascos.
(Fuera de contexto. Totalmente). El chou montado en el entierro del pelirrojo malencarado ha sido de aurora boreal. Lo de la banderita anarca -incluso a una servidora, ovillada en su ingenua acracia- y el tango, un númerito propio de un programa friki de tv.
Me entero, ahora, de que pertencía a la RAE. Claro que si están allí el Cebrianito y el Arturín, en cuanto termine otro par de relatos que tengo pergeñados y componga veinte haikus, me los edito con los ahorrillos y me postulo a miembra de la RAE. (En mi caso propondría el cambio de nombre a AER: Academia Española Republicana. ¿Qué me habrán puesto esta mañana en el café en vez del sobrecito de edulcorante?)
No tengo granasde broma ante un tema como el de hoy, pero hay que reconocerle el gracejo a doña Flora. A don joseantonio (si lo canonizan algún día van a tenerlo crudo los de la Congregación), mis respetos y el reconocimiento de su probado valor.
Se han quedadocotos todos, hasta el jefe, con los ejemplos de falsificación hist´rica. Leam El Mundo de hoy y verán cñomo le hacen llamar a don Fernando el Católico los paisas del Abate.
Falsificar la Hisria es bien sencillo. Vloro el esfuerzo que hace jagm por dejar claro que ésta no es la primera vez que se da gato por liebre, sino tan sólo, de momento, la última. El libro de Caro es magnífico pero se refiere a casos mucho más concretos, como bien sabrá gm, lo que no invalida el ejemplo porque lo mismo se inventa uno los «plomos de Graná» (permitan que pronuncie como la ministra Maleni) que se retuerce la historia de Colón.
Me han tocado mi materia, con perdón, y por ello digo que la responsabilidad en una estafa cultrl como la comentada es también de los profesores que decidan plegarse a las directrices partidistas de sus mandamases. A caca cual lo suyo, no sólo Polanco ha cotribuido a pudrir el mundo.
Estos falsificarían la mismísima mtemática si lo necesitaran para gobernar, no les quepa duda de ello. De momento parece que se conformn con engañar a nuestros hijos contándoles un pasado falso y «educándolos» según su manual. ¡Ni el Frente de Juventudes!
¿Enseñarán a los muchachos las fotos –existen en la propia Red– de la turba profanando el cadáver de Fray Diego de Cádiz y arrojándolo al Guadalquivir desde el Puente de Triana? ¿Veremos agun día a Carrillo ilustrando el capítulo de la gran victoria de Paracuellos? ¿O habrems de mostrar nada más que a Queipo y Mola? ¿Se dirá la verdad sobre lo ocurrido en 34 o seguiremos mrando para otro lado? Ya ven que no salgo de la historia reciente, la que quieren reabrir los «zapatiestistas» por un lado y los impulsivos obispos por el otro con sus canonizaciones extemporáneas.
No sé qué decir, tan abobado estoy tras enterarme de lo que viene contando El Mundo en ese reportaje debelador de la miseria de nuestras editoriales dedicadas a la enseñanza. Es verdad que la Historia no se acaba nunca de falsificar, y que Fernando VII puede ser sucesivamente un héroe, villano, otra vez un un héroe y de nuevo un miserable satrapilla. Pero por intentarlo que no quede.
En una escuela francesa estudié dos versiones de la Guerra de la Independencia. Sin embargo, creo que sé orientarme hoy por hoy sobre aquella odisea. ¿Pueden unos desgraciados vividores cambiar la imagen de la Historia?
Los americanos consideran materia histórica el asalt de El Álamo o el cruce del Río Grande, pero tienen un gran respeto por ese menguado pretérito. La tumba de Búfalo Bill hbo de se custodiada día y noche para evitar que los de otro Estado robaran sus venerados restos, no les digo más.
Se agradece la gravedad, don ja, pero vuelva a sus temas ligeros-profundamente-tratados, a esa filosociología tan ilustrada con que nos deleita hace años. Hágame caso y dje para la turbamulta de juntapalabras estas políticas a las que no niego trascendencia pero que son tan aburridas que…
Pues a un servidor le ha intersado mucho el fondo y la foma de la columna. Me cuento entre tanrtos españoles que asistimos sin acabar de creérnoslo, al proceso de destrucción de nuestra identidad auspiciado por un Gobierno tçitere de unos grupúsculos separatistas. ¿A que parece demagogia? Pues cuando esto sucede conla realidad, es que muy mal van las cosas.
No entiendo algo: si la H. fue siempre falsificada o, cuando menos, «afeitada», ¿porqué se quejan de que alguien quiera, por ejemplo, corregir los afeitados que hizo el franquismo para confundir a los escolares? Hay algo que no me cuadra en las cuentas del señor jagm y me gustaría, creme, que me cuadrara.
lo de Ferrán de Catalunya i Aragó clama al cielo, pero sobre todo es divertido. Si le llaman Guifred el Pilós al otro, a ver por qué llemarle don Fernando el Católico a aquel trueno. (No tienen vergüenza, demostrado. Loque me asombra es que sigan ustedes perdiendo el tiempo ante esos gansos ignorantes).
Leo la columna y el blog. Me divierto y me entristezco a la vez. Y al llegar a don Benedicto me paro desconcertado. Hay gente, querido ja, que no entendeá nunca.
Como dicen desde Berlín, la columna y el blog son divertidos y tristes a la vez.
Trata de nuevo de la Historia, de la Verdad histórica, que es un tema recurrente en don Jose Antonio, pero que lo pide la actualidad.
Yo creo que discrepo, porque creo que la Verdad histórica no existe, como decía , según leo, Charles Péguy. Hasta nuestras propias acciones ,si nos paramos a pensar, no siempre se explican cabalmente, ni tienen causas confesables.
La verdad en historia es como la cebolla, que según le vas quitando capas y puntos de vista te va quedando algo insustancial y sin interés.L
Uno no se puede fiar ni de los hechos porque en la política la propaganda a veces consigue imponerse sobre la realidad. Cerca de nosotros parece que hechos tales como la déclaracion de guerra de Japón a los Usa, el hundimiento del Lusitania, no fueron como los contaron primero. Y seguramente hay por ahí más hechos que damos por ciertos y que son falsos.
Otra cosa es escudarse en la Historia para rebajar al otro, humillarle, o imponerse a él, y apoderarse del mango de la sartén.
Doña Flora, ?quién era el muerto de ayer, que no me entero?
Gracias