Creo que uno de estos días han sido devueltos a sus tumbas, en las capillas de esa joya turolense que es San Pedro del Viejo –tal vez el más bello claustro románico que se pierde el despistado turismo español–, los despojos de Alfonso el Batallador y de Ramiro el Monje, exhumados ya dos veces por los sabios con la finalidad de conocer el físico de sus majestades, apoyados en las actuales técnicas de investigación. Ahora ya sabemos que, en efecto, el rey Ramiro era poco apersonado y feble de constitución, como correspondía a su condición clerical, mientras que su hermano hacía honor a su mote por su robusta musculatura, y podemos entender el apodo de “El Curvo” que se le daba al primero dada la apreciable desviación que en su columna han confirmado los antropómetras, seguros también de que el rey que ordenó el ejemplar que conocemos por la leyenda de la “Campana de Huesca” debió de sufrir una aguda artrosis en los pies. En Francia, por otra parte, los expertos acaban de confirmar otra vieja leyenda, la de la cabeza cercenada del querido y odiado Enrique IV, en la que un cumplido equipo de expertos dirigidos por Philippe Charlier, sostiene haber detectado la existencia de una catarata, de una artrosis igualmente aguda y de un pésimo estado bucodentario causa tal vez de la halitosis que la leyenda le endosa atribuida a su diaria ingesta matinal de ajos pretendidamente afrodisiacos. Nuestros reyes han debido aguardar a que las autoridades autonómicas hicieran sitio en sus agendas para celebrar su enterramiento definitivo, mientras que el mítico francés anda revolucionando a los monarquistas galos divididos, como se sabe, en orleanistas y borbonófilos, aparte de los bonapartistas, poco conformes con que la real cabeza haya sido entregada como trofeo dinástico a Luis Alfonso de Borbón, jefe actual de la causa francesa. ¡Haga usted un Edicto de Nantes y conviértase en un mito nacional para acabar en manos de un nieto de Franco!
Alguna asociación aragonesa ha deplorado que los restos de esos monarcas memorables hayan sido tratados como lo han sido, incluyendo su traslado en sendos cofres de metacrilato alojados en el maletero de un coche. Los franceses, en cambio, negocian ya el solemne enterramiento de Enrique en el sancta sanctorum de Saint-Denis profanado en su día por los enfebrecidos “sans-culottes”. Dos formas de entender la “memoria histórica”, dos maneras de asumir el pasado, tan diferentes como, por desgracia, corresponde a ambas culturas nacionales, y en el fondo, dos estilos muy diferentes de entender la identidad. Dicen que la memoria es el espejo del ser. Al nuestro le debe da faltar azogue allí donde no le sobra.
Dos maneras de considerrar y valorar y sentir la Historia, don ja, no le de más vueltas. España es país desmemoriado al que le importa poco su pasado. Es nuestra lamentable cultura, la que fomenta una torpe docencia sobre la base de una forma de ser poco propicia. Muy bonio parangón nos propone. La escena del traslado de los reyes de Aragón de que nos habla, bochonornosa. San Pedro el Viejo, en efecto, una joya. Allí deben descabsar en paz aquellos reyes. A ver si los dejan.
La Historia tiende a desaparecer en un mundo presentista. Pregunte en las aulas, incluso nen las universitarias. Verá lo que piensan nuestros españoles jóvenes de lo que queda atrás.
Esto que nos cuenta no es Historia sino necrofilia. No consigo entender acciones como ésa ni imaginar para qué puede servir saber si el rey Monje era fuerte o débil o si padecía escoliosis. La Historia que me interesa es la que ayuda a entender a los pueblos, a las sociedades. Lo demás no sirve para nada. Perdone pero es mi impresión.
En cambio a un servidor le encantan estas pesquisas que demuestran la capacidad de las nuevas tecnologías y cuánto pueden contribuir éstas a aclarar determinados aspectos del pasado. Con lo que coincido es con que entre la manera que tienen los frnceses de contemplar su historia y la que casos como el presente prueban que tenemos los españoles hay una diferencia casi insuperable: la del respeto por el pasado, que aquí prácticamente no existe.
Vamos a acabar sabiendo más de don Ramiro el cortacabezas que de don Juanito el que iba a ser breve y va para largo. Tampoco yo entiendo para qué sirve saber que un rey de hace siglos cojeaba de una pata. Y soy gran aficionado a la Historia, com mayúscula, que conste. A mí me parece m´ñas interesante, después de todo, que me enseñaran, ¡¡¡ya en la Universidad!!!, la anécdota de un infante que bordaba ne nuestra corte de los milagros. Aquello todavía pudiera tener interés…
No sé si tendría yate el rey Monje pero me gustaría saberlo.
Pienso que un francés debe respetar a los que han hecho Francia y mostrarlo. Todos los reyes , quien más quien menos, contribuyeron a ello pero Henrique IV desde luego muchísimo porque fue quien devolvió la paz y puso fin a las guerras de religión restaurando la concordia.
A Henrique IV le sigue queriendo el pueblo francés tanto por sus defectos como por sus cualidades.
Un beso a todos.
Sí, doña Sicard.