Circula por Internet –¡y a qué velocidad!—un desconcertante reportaje fotográfico que da cuenta del hallazgo por parte del National Geographic en cierta región de India de un depósito de restos humanos de tamaño colosal –esqueletos de unos diez metros—que la tradición identifica como cierta raza de gigantes creados en tiempos y luego destruidos por los dioses. Lo de menos es la calidad de la información o de la broma en el caso de que fotoshop haya andado por medio, ya que lo que importa, me parece a mí, es la persistencia de esos mitos y de esas leyendas difundidas un poco por toda la Tierra desde la noche de los tiempos, tradiciones que encontramos lo mismo en aquel subcontinente que en España (en Cataluña, en la Rioja con su gigante ‘Ferragut’, en Baleares , en el País Vasco o en Canarias) y que, por descontado, se remontan a nuestro pasado remoto y, muy en especial, a las referencias tartésicas. En su espectacular excavación de la onubense necrópolis de La Joya, el profesor Juan Pedro Garrido se topó con restos humanos extrañamente bien conservados y de proporciones casi sobrehumanas, igual que antes y después se han venido descubriendo en tantos lugares del planeta dando pie incluso a delirantes teorías sobre su origen extraterrestre. Los imaginativos griegos manejaron una pléyade excepcional de gigantes que, tal como ahora mismo los descubiertos en India, acabaron indefectiblemente fulminado por los poderes celeste, como aquel al que Dionisio se cargó con su tirso o a aquel otro descocado al que la gran Atenea aplastó arrojándole en lo alto nada menos que la isla de Sicilia con todos sus avíos, lo mismo que Poseidón hiciera con otro grandote al que echó encima un pedazo arrancado a la isla de Cos. Los recién descubiertos en la India también habrían sido liquidados, según dicen, por Shiva tras haberse rebelado contra el poder de los dioses. No se le ocurre a nadie una cosa semejante, desde luego, por muy gigante que sea.
Que somos de lo más constantes (es decir, de lo más limitados y repetitivos) en nuestra imaginación lo prueba que esa vieja materia de la gigantomaquia –el buen fin en la pelea contra los gigantes– requirió siempre, como la mitografía griega se encargó de especificar, la colaboración del poder de los dioses con la astucia o virtud de algún hombre, un poco como ocurre en el cuento maravilloso, donde el brazo del héroe, así como su corazón, ni que decir tiene que operan animados por fuerzas superiores. Gigantes atestiguan el Génesis o el profeta Baruch que poblaron la tierra en un tiempo primordial como ahora esa prestigiosa revista. No cambiamos ni a tiros. Nuestra imaginación no cesa de reinventar los mismos mitos.
Buena prueba de la capacidad mítica del hombre (creo que se dice mitopoyética), condición de nuestra mentalidad sin tener en cuenta la cual no se entiende ni bien ni mal nuestra odisea cultural. Lo curioso es que hay ecidencias, incluso sobran, de la existencia de esos hombres colosales (las sepulturas no mienten, auqnue se las trampee como en este caso), teniendo en cuenta la divulgada hipótesis de que la Humanidad primitiva era de baja estatura.
Ya sé que me van a tildar ,encore , de ingenua, pero no sé si son «sólo»mitologías, o si no existieron de veras en tiempos remotos y la memoria colectiva conserva rastos – y añoranza – de estos seres extraordinarios.Si hay esqueletos es que existieron realmente, vamos digo yo… Sin duda, los pobres tan grandes pero tan mal adaptados…
Un beso a todos.
Bonita columna sobre un tema tan clásico, que creo yo que nos pone en guardia contra la manipulación informativa que hoy es capaz de hacer la difusión. Estamos viviendo una cultura que permite difundir el conocimiento a la velocidad de a luz y en todas direcciones, pero hay que guardarse del peligro de nos metan gato por liebre ante la imposibilidad frecuente de controlar al informador.
Este caso desde luego es estupendo y demustra que la osadía puede no tener límites.
Veo que don ja no se olvida nunca de la Biblia, que conoce al detalle, y me alegro porque el tema es bonito y concierne, en efecto, al pensamiento humano en su conjunto. Siempre habrá gigantes, por lo demás, queridos amigos hoy silentes, aunque hayan perdido su factura…
Servidor de Vds. es muy escéptico con las historias de razas de gigantes, porque la evolución, salvo raras excepciones, suele ir hacia arriba.
El gigantismo suele ser uno de los callejones sin salida con que se encuentra la evolución.
Tiene mucha lógica el comentario de don Griyo, pero hay que decir que tanto la paleontología como la antroopología cuentan con esos restos acreditativos de que alguna vez hubo humanos de tamaño superior, más o menos como el que van alcanzando algunos ejemplares de las nuevas generaciones. Es numerosa la lista de hallazgos de esqueletos o momias gigantes. No seamos, por consiguiente, tan excépticos.
Lo de las nuevas generaciones no es ninguna broma. ¿Por qué no iba a haber existifo una generación o gurpos de población que determinados genéticamente a causa de una nutrición favotable hubieran alcanzado tallas superiores a las que vinieron después. Las tumbas no mienten, al margen de esta anécdota del fotoshop.
Me tengo que limitar hoy a apreciar la calidad literaria de la columna y a tomar nota de las refencias para buscar e ilustrarme. El tema me ofrece mucho interés -por mi poca confianza en la totalidad de lo teorizado por Darwin pero, sinceramente, de gigantes no sé nada