El ir y volver de la juez sustituta que, según la Fiscalía, instruye tan indebidamente el “caso ERE”, resulta difícil de comprender. La actual segunda “espantá” de su Señoría recuerda la letra del fandango –“aunque me voy, no me voy,/ aunque me voy, no me ausento”— que para nada resuena bien en un recinto judicial cuyos responsables deberían haber expuesto al público hace tiempo el cartel castizo: “Se prohíbe el cante”. Porque ese espectáculo ha durado ya demasiado tiempo y resultaría chusco que siguiera en pie cuando por fin salga esa esperada sentencia cuya relevancia política no se le escapa ni al más lerdo. La realidad es que el “caso ERE”, como la muñeca rusa, llevaba dentro otro “caso”: el judicial.