Tras el revuelo inicial no ha vuelto a oírse nada serio en torno al extraordinario suceso del párrafo que se le “coló” al Tribunal Constitucional en su esperada sentencia sobre las listas aberchales: se “coló” y otra cosa, y si usted es escéptico, pues peor para usted porque no le queda otra que tragar, lo mismo frente a ese inverosímil escándalo que de cara a la defección descarada del Fiscal del Estado al dar marcha atrás en su anunciado propósito de iniciar los trámites de ilegalización de ANV una vez demostrado que esa sigla fantasma no es sino una ‘segunda marca’ de Batasuna, es decir, de ETA. Que el Estado de Derecho vive un momento difícil lo demuestra el espectáculo televisivo del candidato del PP por Sevilla entregándole al alcalde/candidato del PSOE, ante las mismísimas cámaras, un fax del partido detallando pormenorizadamente a una asociación de vecinos como defraudar al erario público con una factura falsa e indicándole sin ambages el detalle del reparto, exhibición impúdica contra la que de poco servirá el latiguillo de las “mentiras del PP” que el manual de campaña establece en el centro de la estrategia de esta municipales. Se han triplicado en un año los delitos urbanísticos, se consienten asambleas de organizaciones registradas como terroristas en las que se establecen las instrucciones para la militancia en campaña, la vista del 11-M pone en evidencia esos ‘agujeros negros’ de los que tanto se ha hablado con conocimiento de causa y sin él, altos mandos policiales se lucen en los tablados mitineros mientras algún alcalde monterilla rifa un piso entre los asistentes a su mitin y los propios sindicatos policiales andan obsequiando generosamente a sus afiliados gastando cientos de miles de euros en sus propias campañas. Hay un dato bueno: hemos crecido al 4 por ciento, pero eso no cuestiona la gravedad de la crisis jurídica y moral que vive nuestra sociedad. China crece al triple de esa cifra mientras en su interior mueren de hambre enormes poblaciones y se liquidan las niñas para ajustar a conveniencia la estructura demográfica. Se usa la ley al derecho y del revés. Cuando Cicerón afirmaba que la medida del derecho es su utilidad, hacía un tremendo ejercicio de ironía.
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La cuestión es hasta dónde puede resistir un orden social su propio desorden, en comprobar cual es el límite de la proverbial elasticidad del poder. Está claro que este Gobierno flota decidido a capear cualquier galerna, enteramente desentendido de su credibilidad, cuyo estrepitoso fracaso endosa al adversario como si las pruebas incontrastables no deshicieran sin remedio esa estratagema. Una presidenta del TC mantenida fuera de plazo y ‘sine die’ en su puesto, a la que se le ‘cuela’ –dejémoslo ahí– en una sentencia clave un párrafo decisivo que favorece al Gobierno, un Fiscal decidido a sacar adelante, al precio de que sea, el objetivo de quien lo nombra, un alcalde acorralado por la evidencia que carga contra el mensajero como único recurso: no es dudoso que, aunque no sepamos dónde exactamente, en alguna parte debe de hallarse el límite de lo soportable incluso para un Gobierno-fakir que levita o duerme, alternativamente, sobre esos clavos tan desgarradores. El toque está en encontrar ese límite y eso no va a ocurrir, por la cuenta que a todos les trae, antes de que se ventile el pleito ritual de las municipales, tras las cuales sería sencillamente indecente que se pasara página como si nada se hubiera descubierto en esta etapa. Nunca un Gobierno con tanta estabilidad artificial fue realmente tan débil, nunca esta democracia, cada día más precaria, tuvo menos base sobre la que sostenerse en equilibrio siquiera inestable. El Estado de Derecho ha alcanzado un mal pasar de mínimos. Verdaderamente la democracia resulta en sus crisis un hueso más duro de roer de lo que pudiera creerse.