La mera sugerencia de suprimir las costosas mancomunidades –auténticos refugios para la clientela política de cada partido—ha merecido que el PSOE califique que el proyecto de “expropiación de la democracia”. Se comprende, sobre todo en Andalucía, comunidad en la que, si no existieran esos pesebres, el “régimen” se sentiría mucho menos seguro, sin contar con que el PP tendría mayoría en la codiciada Federación Andaluza de Municipios y Provincias (FAMP). Ni esos refugios ni las Diputaciones tienen sentido en un Estado de las Autonomías y menos en un momento (lo de “momento” es un decir) tan crítico como el presente. La política se ha convertido en un inmenso pesebre y nadie entre los convertidores parece dispuesto a darle a la moviola.