No sé si mucha gente se acordará de la ocurrencia del Gobierno actual de vender nuestras reservas de oro, por considerar que en la circunstancia económica actual el atesoramiento de ese metal carecía de sentido. El precio del oro, en todo caso, ha subido vivamente después, y hay responsables de primer nivel, como Sarkozy que (en este caso, volviendo sobre los pasos de De Gaulle) vuelven a ver en él una garantía de estabilidad general frente a sistemas como el de cambio flotante que parecen favorecer con descaro a la economía americana. Hay expertos que sostienen que el problema no sería fácil, en cualquier caso, ya que para volver del patrón-oro, es decir, para considerar de nuevo al oro como el valor inalterable y fiduciario por excelencia, habría que recorrer ya un camino demasiado largo. Oigo decir también que esa operación supondría para cada país atesorar una cantidad del metal precioso equivalente al valor nominal de la moneda en circulación y, aunque me someto en todo al mejor criterio de los ecónomos, me parece obvio que una medida así resultaría injusta de entrada no sólo porque hoy serían precisas enormes reservas acaso inalcanzables, sino por el hecho de que el oro está, como es lógico, mal repartido y de que la imprescindible paridad con el papel moneda no resultará sencilla mientras el precio del metal continúe su escalada en dólares. En cuanto a ajustar el sistema poniendo límite al déficit tanto como a los excedentes, a la vista está que no basta para evitar la peligrosa discrecionalidad de los Bancos Centrales a los que se acusa de “bomberos-pirómanos” y culpables últimos de la crisis que vivimos. En fin, que no entiendo nada, como seguramente ya habrán notado, pero que sobre todo me pregunto por qué razón el señor Solbes se despepitó por vender a buen precio el oro que teníamos, urgido por la necesidad de hacer caja. Nunca sabremos qué será peor, si entregar la política a los economistas o poner la economía en manos de los políticos.
En el oro creía De Gaulle, que hizo de él glosas memorables de las que conservo alguna, y, desde la acera de enfrente, en el oro creía Craxi, como lo prueba que lo guardara en lingotes en su caja-fuerte suiza. Pero la pregunta que me inquieta más es cómo no nos percatamos nosotros al venderlo de que si había tanto comprador dispuesto a comprarlo por algo sería. Claro que no hay que ser un lince para comprender, tanto que hoy día estamos sumidos en lo que alguien ha llamado un “caos de divisas”, como que la escala mundial probablemente no encajaría ya la vuelta al cofre. No creo que el hombre haya imaginado jamás un mito tan fascinante como inexplicable.
Estoy muy de acuerdo con la ironía de fondo que navega en la columna de jagm. ¿Por qué vendidmos el oro? Ah, misterio reservado a Solbes y los suyos. Pero cuando se vendió era de público dominio que su precio iba a subir. Tenemos unos gestortes estupendos, como piuede verse. Son los mismos que juraban por sus mengues que eso de la crisis era una inevenció del PP, ese partido antipatriótico especializado en inventar problemas. No piuede extrañarnos, por tanto, esta operación de locos.
Tienen mala suerte con el oro: unos se lo llevan a Rusia y los otros lo malvenden!
La columna de hoy muy divertida……como tantas veces.
Un beso a todos.
Un comentarioo que cabreará mucho a algunos economistas sin sentido del humor o sin correa suficiente. El caso es que son ellos los que unas veces dicen blanco y al día sigiente dicen negro, según esa ciencia oculta que es pura jerga con la que se manejan en esta vida. Solbes vendió el oro juisto cuando nuestras calles se llenan de anuncios de compradores del vil metal. Sobran más comentarios.