La Universidad Internacional de Andalucía va a celebrar en junio un prometedor curso de “teología feminista” organizado y profesado, como es natural, por mujeres teólogas, entre las que se incluyen algunas cuya obra reconozco como cumplidamente interesante. Es un esfuerzo más de ese grupo de rechazadas por tratar de conseguir una teología sin sesgos machistas, esto es patriarcales, un estudio de la trascendencia y una búsqueda de la divinidad que no excluya a la mitad de la Humanidad como han hecho hasta ahora, descontadas algunas excepciones famosas, todas las confesiones e iglesias conocidas. Se puede objetar, en principio, quién lo duda que, al menos desde una perspectiva hermenéutica, hablar de una “teología feminista” no diferiría en el fondo de proponer una mecánica de gases hecha exclusivamente por mujeres, ya que la pesquisa humana sobre la divinidad y sus circunstancias malamente puede adecuarse a estrecheces determinadas por el sexo de los pensadores, lo mismo da el sexo desde el que se intente. La Verdad será siempre una y la misma, hay que suponer, de manera que parece obligado reconocer que su búsqueda no puede, bajo ningún concepto, ser demediada para repartirse entre hombres y mujeres su sustancia inconsútil. Ahora bien, ¿por qué unas mujeres tan serias, tan poco asimilables al estereotipo del feminista rampante que, es cierto, complica a veces las cosas más de lo conveniente, reclaman aula y pizarra, por qué se proponen pensar solas, alejadas del macho histórico, reflexionar en paralelo a un patriarcado cuya inevitabilidad sigue siendo bastante probable? Seguro que no van a faltar las chuflas sobre el particular, pero más de uno, como yo mismo, hemos de respetar sin reservas este proyecto que algunos ni siquiera compartimos ni acabamos de entender. No me convence la idea de sentar cátedras para hembras, con el asiento horadado como la legendaria y apócrifa silla de la papisa Juana, pero estoy convencido de que a esas mujeres no les falta razón.
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Era previsible que las mujeres intelectuales estallaran algún día dentro del ámbito católico, un espacio vital opresivo en el que se les ha negado a cara de perro el pan y la sal. ¿Por qué tanto sahumerio alrededor de la doctora Teresa y tanto enconado empeño en prohibir el ministerio femenino? Por nada razonable, desde luego, por ninguna razón que pueda exponerse seriamente a una opinión que, lo quieran o no los patriarcas, rechaza cada día con mayor intensidad la discriminación de las mujeres. Es posible, supongo, que en un clima de tolerancia razonable no se concibiera un proyecto como el de estas hembras empeñadas en buscar a Dios por su cuenta y riesgo, desde una suerte de amazonismo que no se sostiene más que sobre el agravio. Y no deja de ser lógico el culto que profesan a Magdalena, aquella auténtica “discípula” jamás admitida entre “los Doce” aunque, ciertamente, distinguida de modo que no deja dudas sobre el sentido teológico de su figura. Son unos memos, por ejemplo, esos que andan inventándole coyundas con el Cristo y hasta atribuyéndole una fabulosa estirpe, y lo son, sobre todo, porque no han entendido nada del mensaje fundamental en el que sus montajes no dejarían, en última instancia, de resultar simples menudencias. Vamos a ver qué nos cuentas las teólogas andaluzas que, ciertamente, no tienen hoy que vérselas con un cardenal Segura, pero a las que no ha de faltarles algún que otro mitrazo. Deben de estar hasta el moño, con perdón, de los machos de la tribu, de esperar en la puerta de la tienda a que los varones se fumen tranquilamente la pipa de la paz, y les nieguen una y otra vez su derecho a ejercer con todas las de la ley el mismo oficio que el hechicero. Por eso han cerrado el aula por dentro y con siete llaves. Y si les digo la verdad, por más que miro y remiro no veo ni aquí ni en Roma al cerrajero capaz de reabrir ese fortín donde los machos con sotana llevan siglos acorralando a las hembras.
¡Nucleares no! Por lo tanto no se autorizan nuevas centrales nucleares.
Pero la progresía gobernante para no contradecir su política prorroga la vigencia de las centrales nucleares en ¡20 años! Con lo que aumenta el riesgo y el negocio mientras disminuye la seguridad y la eficacia.
Hable usted del sexo d elos ángeles, mi don Joseantonio, para que luego salga un bloguero descontextualizado largando contra la progresía farisea. Ay, amigo, cuánt razó n lleva en lo que dice hoy, aunque mucho temo que sus tomas de postura hayan de ocasionarle más de un tropiezo. Estupendo lo de la mecánica de gases, pero, ay otra vez, no hay peor sordo que el que n quiere oir. Y me refiero ahora a todos los sordos, vaya, a los de la oreja derecha y a los de la izquierda, a los de dentro y a los de fuera.
¿Es usted un misógino, sólo lo parece, se expresa en confusión o no entiende los motivos de esas mujeres teólogas? ¿Es usted teólogo, por cierto? Su columna me deja confusa, lo declaro, sin saber a qué atenerme. No sé cómo le caerá a las aludidas.
“La Verdad será siempre una y la misma”
Disiento, respetados Maestro y Sr. Cura, la Verdad cambia continuamente. Ninguna religión resiste la comparación consigo misma no ya en sus principios sino ni siquiera cien años atrás.
Mi verdad es que la Verdad no existe y si existe está tan lejos del saber humano que su existencia resulta intrascendente.
El final de la columna de hoy es muy fuerte. Yo lo entiendo como el que ‘machos con sotana’ no han dado ninguna opción de igualdad a las mujeres dentro de la iglesia católica. Sin embargo, se podría entender de otra forma mucho más cruda y menos favorable para esos machos y muy humillante para las mujeres.
El escepticismo, sr. Griyo, es legítimo y tiene su punto de coquetería intelectuañ, qué duda cabe, y las religiones cambian, como todo lo que vive, lo cual no implica démerito alguno, ni desde el putno de vista doctrinal, ni desde el heurístico, ni desde el epistemológico. Cosa, todo hay que decirlo, que no nos enseñaron enel Seminario, sino que hubimos de aprender cada cual como pudo por su cuenta y riesgo. ¡Cómo que la Verdad no existe! No vuele tan alto, don Helitróforo, reflexione sobre ese tópico y comprenda que demasiadas evidencias nos conducen a una Verdad que, claro está, no tiene por que ser idéntica a sí misma más allá de lo que toda realidad lo es.
Y qué, sr. ARV, si se entiende así. Pídale cuentas a los machos con sotana no a jagm ni a quiénes nos limitamos a constatar la realidad. ¿Más humillante todavía para las hembras quiere que sea el displicente rechazo de la posibilidad de que ejrzan el ministerio como están haceindo ya en otras ramas religiosas del cristianismo?
Yo esperaba que hoy se cebaría en el debate el «Segundo Sexo», maestro, pero veo que las doñas Manoli, doñaas Clara, doñas Bárbara y hasta doñas Mendozinas, callan cual colipoterras, dicho sea con perdón y en son de broma, ante esa defensa que hace un varón de los derechos de las hembras. ¿Ves como nunca se sabe, querido? Recuedea lo que hablábamos hace poco en «Les deux Galets» sobre la que tuvo que aguantar –y aguantó, que es lo que tiene tela– doña Simone, la pobre «Castor», del bisojo divino. (Esta tarde París arde por el cielo, allá por las traseras del Louver qu etanto nos gustan). No te digo más.
No niego que exista la Verdad, Sr. Cura, lo que niego es nuestra capacidad de encontrarla y ello no supone menosprecio, por mi parte, para los que la buscan. A mí me parece un saludable ejercicio espiritual del que yo he desistido hace mucho tiempo. Otro juicio me merecen los que se creen en posesión de ella.
Para eso, señor Grillo, está el «relativismo» que pone de los nervios al papa Ratzinger. Nada de dogmatismos, pero ¿supone ello renunciar al absoluto, dentro y fuera de la Moral? Este problema es muy antiguo, como seguro que un ilustrado como usted sabe bien, incluso es un clásico de la filosofía, y hay que decir que los sabios han discrepado mucho en torno a él. Por lo demás, todos, hasta usted, nos creemos en algún grado «en posesión de la Verdad», de la nuestra. ¿Cómo si no podríamos debatir racionalmente? Seguro que comprende usted mi reserva.
Hay que ser complicado para verle a este comentario de jagm un trasfondo machista. Habrá poca gente que sepa de qué habla dispuesta a decir lo que dice ahí arriba, tanto a favor como «en reparo» de lo comentado. ¿Una teología feminista? A mí me parece que no habría expresión menos afortunada, y eso debe de ser lo que ha empujado al columnista a declarar con honradez sus reparos.
Acuso el inmerecido elogio, Sr. Prof.
Si se fija, verá que yo menciono “mi verdad” con minúscula y mi verdad es con minúscula porque yo tampoco me fío mucho de ella. Solo acepto mi ignorancia.
Sr. Griyo, la ignorancia como medida de las limitaciones, las cuales son siempre coyunturales. Hay una verdad (con minúscula) que se llama Progreso del Conocimiento, que nace en el reconocimiento de las fronteras de nuestra ignorancia.
¿No se acuerdan ya de Machado? «La Verdad es lo que es,–\ y sigue siendo verdad–\ aunque se piense al revés». O aquello otro de «La Verdad no tu verdad…». (No se me escapa el ontologismo de lo primero, esa especie de voluntad de creer de tanto racionalista inseguro, pero menos da una piedra, ¿no creen?
Le porpongo, don ja, que cuando quiera hablar de la Verdad nos cite con el sexo de los ángeles y viceversa. Está visto que el bloguero es un exhibicionista al que no interesa tanto reflexionar como exhibirse.
No deberían olvidar los varones el peso de las grandes teólogas de la Historia, de Catalina de Siena a Teresa, de las místicas alemanas a nuestras «alumbradas». Dios no es un concepto reservado al superior criterio de los machos, nosotras podemos alcanzarlo tan ricamente. Dicho sea sin que parezca que no aprecio la discreción con que trata el tema don jagm. Sólo va dicho para recordar lo necesario.
Recuerdo que jagm nos ensañó que las comunidades cristianas primitivas funcionaban como una unidad, sin distinción de roles por sexos, y que sólo cuando la «comunitas» se convierte en «ekklesia», y lo hace sobre el modelo del «demos» o «populus» –lo cual es normal porque ocurre en Roma–, es decir, sobre organizaciones sociales sexistas por definición, las mujeres son apartadas y relegadas en el grupo cristiano. En la vieja Universidad había tiempo y ganas para cosas como estas, aunque me explico que jagm se fuera aburrido.
Yo también echo de menos a doña Epi. Esperemos que su ausencia no se deba a nada grave. Muá, doña Epi.
Creo en una norma: porra dentro o porra fuera. ¿Son esas teólogas feministas hijas de la Iglesia romana? Pues entonces están fuera de lugar. ¿No lo son? Pues sería muy conveniente que lo proclamaran con claridad. Miren, yo desde que vi al imbécil del «poeta» Ernesto Cardenal dejarse abroncar por Wojtila puestecito de rodillas, y aguantar el chaparrón para «que regularizase» su situación (no creo necesario concretar qué clase de situación incomodaba a Wojtila), ya no me creo casi nunca a los religiosos radicales. Será cosa de ver qué averiguan estas teólogas que no hayan logrado los teólogos, pero much me temo que se quede toda la película en congresitos internacionales, jornaditas y demás.
Hay, según Frankfurt (On Bullshitit 2005), una clase de locuciones que no permiten ser clasificadas ni como declaraciones sinceras de lo que uno cree que son los hechos ni tampoco como falsificaciones deliberadas de estos, a saber: la charlatanería (bullshit en ingles). La charlatanería (si es que mi traducción sirve) se caracteriza sencillamente por la ausencia de interés en la verdad de los hechos, de modo que las palabras en él a lo único que aspiran es a retratar al hablante; suele venir acompañada de un escepticismo (o relativismo) torpe y tópico y significa en una palabra, ser fiel no a los hechos sino a uno mismo. Es mil veces peor enemiga de cualquier intento desinteresado por presentar la verdad de los hechos que la mentira. Las palabras del Sr. Pepe Griyo son una ilustración perfecta de esta categoría, aunque no está solo: varios de entre nuestra clase política lo acompañan. Me pregunto si aquellos que viven bajo regimenes totalitarios podrían permitirse eso de que la verdad no importa…
Me parece todo un poco pobre y menos documentado. Parece ser que Pilatos preguntó ¿Qué es la Verdad? a Cristo, según dicen los Evangelios Canónicos. ¿Importa mucho que la diga un hombre,o una mujer?. El tema de quién lleva los pantalones, lo ha de resolver cada cual y en su vida privada.¿Por qué Magdadelana más que Pedro, Santiago, Felipe o Bartolomé?. Lara. Valladolid
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