La imaginación de Griñán está que se sale. Pudo comprobarse antier al escucharle en el Parlamento replicar a las duras acusaciones de Valderas (“Vive usted fuera de la realidad”, “no rectifica absolutamente nada porque su soberbia política le ciega) que el quid de la cuestión está en la ebullición financiera china, en los efectos distales del milagro neocomunista y en la conjura que, según él, se traen entre manos los amarillos “contra la deuda soberana de otros países”. En esta legislatura es posible que batamos todos los récords de chorradas parlamentarias y, sin duda, Griñán merecerá ser reconocido como uno de los recordmen indudables.
No sea tan duro profesor, piense que el Señor Griñán (Pepe Griñán perdón), debe estar muy ocupado aprendiendo, para dar ejemplo, las segundas lenguas que impulsa en la enseñanza andaluza, portugués como ya anunció hace meses, y ahora el árabe. Obviamente él da por sentado que todo el mundo sabe o aprende, al mismo tiempo, inglés, sin despreciar al francés. No me extrañaría, para dar contenido a la expresión de Valderas,y para contrarrestar con sus propias armas al peligro amarillo, que próximamente declare obligatorio el aprendizaje del chino (mandarín, eso sí).