Desde luego no seré yo quien le discuta a la señora Presidente el objeto de la huelga a la que acaba de apuntarse públicamente –tan puesto en razón—pero empieza a resultar cuando menos extraño esta inversión de roles políticos y sociales que supone el hecho de que un Gobierno convoque o apoye una huelga. Ya ocurrió en Cataluña, hace bien poco, y ocurre ahora aquí, como si fuera normal que los paros de protesta se convoquen o apoyen desde el Poder y no contra él. La huelga es un recurso tan legítimo como extremo en manos de los ciudadanos perjudicados y no debe convertirse, por eso mismo, en un instrumento de propaganda política. Vale que un Gobierno simpatice con los huelguistas. Que los encabece es ya el mundo al revés.