Pocas cosas tan extravagante hemos oído en mucho tiempo como la propuesta del ministro marroquí de Cultura de que los ingresos turísticos de la visita a la Alhambra se repartan a medias entre España y su país. Es verdad que la alfombra se la han tendido a esos extravagantes los propios responsables políticos españoles y andaluces con su acomplejada (e interesada) política de cesiones, concesiones y subvenciones a un vecino hostil que, para colmo, podría no ser pobre ni necesitar ayuda si su voraz oligarquía no acumulara prácticamente la riqueza de todos. Antes de que ese ministro lo reclamara, una ministra española ya le ofreció en su día una silla granadina. El toque estará en ver hasta dónde puede llegar ahora el disparate estando el pandero, por ambas partes, en manos de quien de esa manera lo tañe.