El caso de la señora que solicita la eutanasia está poniendo a la Junta en el incómodo terreno que ella misma había allanado a la buena de Dios con su huida hacia delante en ese delicado tema. Dice la consejera, por ejemplo, que no es lo mismo administrarle una inyección letal a quien, en uso de su libertad, la reclame, que desconectarla del “soporte vital”, no se pierdan el alarde de casuísmo que no hubiera cuadrado ni al jesuita más clásico. Pero sí que es lo mismo, en el fondo, más allá de las formalidades, puesto que, en uno y otro supuesto, se trata de facilitar la muerte de una persona a petición propia, y ése y no otro es el debate sobre el que la Junta se pronunció hace mucho, sin encomendarse a Dios ni al diablo, aunque ahora trate de ponerle una vela a cada uno. A mí me parece un solemne fariseísmo apoyar la eutanasia solicitada (como yo mismo apoyo) para perderse luego en el tiquismiqui forense. A la Junta le ha llegado en esta cuestionada materia, mucho antes de lo esperado, el implacable cobrador del frac.
Efectivamente, es poco menos lo mismo “desconectar del soporte vital” que “poner una inyección letal”. En estas materias uno sabe donde comienza, pero de un paso tras otro y uno no sabe donde acaba. Yo no sé si había que legislar u opinar en materias tan delicadas, tan personales y tan íntimas.