Un periodista bien informado le preguntó a Griñán el otro día qué opinaba sobre la estafa laboral a los minusválidos que el TSJA investiga a la consejería de Empleo de la Junta (un millón de euros de la UE para contratación de minusválidos que ésta cobró pero parece que se olvidó de pagar) y Griñán le corrigió, en un alarde de vacua retórica correcta, imponiéndole hablar de “personas con discapacidad”. Llevaba al extremo el celo por el prurito de respeto a los discapacitados pero pasando por alto el grave embrollo de fondo, en el que destaca –no se lo pierdan– la contratación de una persona sorda como telefonista. Es aquello de que la mejor defensa es un buen ataque. Está visto que no les queda otra.
En muchos casos, la correción política se usa como un ardid para desarmar ideológicamente al adversario o, al menos, hacer que pelee (dialécticamente hablando) con una mano atada a la espalda.