Gran misterio, el juguete que en el Ayuntamiento le ha puesto al niño más díscolo con la institución, esto es, al empresario de la construcción, Francisco Urbano, un valor emergente pero un ciudadano poco conocido en la capital, cuya designación no se entiende ni a la de tres, por más que se quiera presentar como gesto de buena voluntad hacia el PSOE en cuya órbita ostensiblemente se mueve el designado. Esa corona y esas barbas se le ofrecen a personajes que ya son famosos, no a los que buscan serlo a cualquier precio, y el Superalcalde se juega con esta decisión la más que razonable lluvia de hipótesis y juicios de intención para dar sentido a lo que no lo tiene. Personalmente creo en una sencilla: el alcalde se siente fuerte como para permitirse ese coqueteo con el rival político. También a título personal albergo mis dudas y mi preocupación porque ese ingenuo tiro pudiera salirle por la culata.