Complicando la pandemia, dos plagas nos afligen al parecer sin remedio eficaz. Una, la de los rebeldes sin causa que desobedecen la indispensable disciplina sanitaria exhibiéndose noche tras noche en sus bacanales mientras se difunde la leyenda de que las multas que les impone la autoridad no se pagan. Otra, la de los llamados “negacionistas”, pandilla insensata que niega la evidencia de una catástrofe planetaria, complementada con esa hijuela suya que son los “objetores de vacuna”. Es aquella Autoridad la que tiene que desautorizar a ambas por la vía de los hechos, en lugar de contribuir al insensato despiste provocado, en buena medida, por la sobreinformación. Las dos conductas, consentidas hasta ahora, encajan, sin embargo, en la figura penal del delito contra la salud pública.