La aparición de la juventud en el conflicto francés de las pensiones ha disparado el miedo en amplios sectores “responsables” de la sociedad. Se habla ya de un nuevo Mayo, como si la Historia se repitiera tan fácilmente, se acusa a los jóvenes –hasta ahora duramente criticados por su pasividad y hasta por lo que se denominado su autismo—de meterse en harinas ajenas y complicar el debate francés con la participación de sus demandas irresponsables, se les acusa de actuar manejados por manos invisibles y hasta se carga sobre ellos con el argumento de que lo ignoran todo sobre lo que se debate en la sociedad y tratan en exclusiva de ventilarse el curso lo más divertidamente posible. No obstante, desde altas instancia del Poder –desde la secretaría de Estado para el Deporte, por ejemplo—se ofrece a esos “ados embobinés” la posibilidad de manifestarse de manera decorosa, es decir, a favor del proyecto del Gobierno pero nunca en contra de él, solicitud a la que se ha sumado nada menos que el gobernador del Banco de Francia (instancia, como es obvio, muda por lo general ente este tipo de cuestiones) al pedir a los jóvenes manifestantes que hagan suya la filosofía gubernamental del retraso de las pensiones, ni que decir tiene que… ¡por su propio bien! Ni contigo ni sin ti, ni con la participación activa de los estudiantes en la discusión pública ni con su retranqueo en la privacidad radical de sus denostadas modas aislacionistas, parece posible encontrar un punto de equilibrio desde el que los adultos acepten el derecho juvenil a intervenir en la opinión aportando sus puntos de vista. Y ello nos condena a no acabar de saber nunca si las nuevas generaciones podrán mostrar su madurez interviniendo en los grandes debates sociales o, en efecto, terminarán resignándose a su reclusión voluntaria en esa inopia que con tanta dureza se le reprocha. Las imágenes que nos llegan de Francia ponen en evidencia este dilema que los adultos no parecen capaces de afrontar con serenidad.
En una sociedad cada día más envejecida y, en consecuencia, más dependiente de los que vienen detrás, choca esta incapacidad para ver en la inquietud juvenil si no un instrumento decisivo, al menos una respuesta apreciable contra el prejuicio que no es capaz de apreciar en la presencia contestaría más que una bronca juvenil que trata de imponer “la dictature des monômes”, el monólogo de las manifestaciones. Que lo que sucede hoy en esas calles no es lo ocurrido en Mayo del 68 es obvio. Los timoratos pueden estar tan tranquilos ante eso como preocupados por su propia incapacidad para escuchar a quienes, llegado el momento, tendrán que mantenerlos.
Que los jóvenes estén preocupados y angustiados por el futuro , que no sepamos dejarles expresarlo ni escucharlos, me parece cierto y triste. Pero que pidan más de lo que tienen ya ( los estudios en Francia no son muy caros y hay un sistema de becas )y que militen para que la edad de la jubilación no se retrase (cuando serán ellos mismos los que tendrán que pagarlas), me parece un disparate.
Besos a todos.
Si tuvieran tanta experiencia como vitalidad estarían mucho más abatidos.
Todo se compensa en esta vida: ellos, mñas libertad, más bienes, más comodidades; nosotros, más esfuerzo y mejora de estatus en general. Cada uno tiene lo que se merece, más o menos. El tema está de quien es la responsabilidad de lo que le ocurre hoy a las nuevas generaciones.
En Francia parece que ha despertado la fiera, dormida hace decenios. No es un mal comienzo si de verdad se trata de un despèrtar a la responsabilidad. Temo que las genereaciones nuevas acusarán sus dificultades a la hora de situarse en la vida. Un mundo más duro no deberà sorprenderse si en el futuro se encuentra con generaciones más duras.
Menos mal que el amigo JaGM no criminaliza y moteja a la juventud francesa que se manifiesta contra la política de Sarkozy de «chusma irresponsable».
¿Y por qué iba a a hacerlo, buen Abate, si él, como quien suscribe (y hay pruebas, ¿eh?) fue en su día, cuando fue menester, «chusma irresponsable». Por lo demás no se encocore demasiado porque el propio don Machado, «el Bueno», don Antonio, no se cortó al escribir aquello de «admirable Azorín, el reaccionario/ por asco de la greña jacobina»…
Lo de Francia es delicado y curioso. Un consejo: en este tema, Francia, no den demasiuadas lecciones a nuestro anfitrión que precisamente estos días prepara un arriesgado viaje al París de nuestras nostalgias.
A mí me ha sorprendido el trato de simpatía dado ppor el columnista a la participaciónn juvenil a la que presenta incluso como instigada por los poderes públicos, a pesar de que todos estamos viendo su brutalidad y su gratuidad, dicho sea esto último en el sentido de que la mayoría de esos alborotadores no saben bien de lo que que están protestando. Estoy conforme, por lo demás, en el sentido de esta crítica, que tiene no poca razón al plantear el problema.
¿Por qué querrán prolonmgar el trabajo si falta trabajo?