Ni la honrilla le reconocen ya la Junta –ni la de antes ni la actual— al funcionario estricto que osa sacar el pie de la olla podrida. Ahí tiene a don Teodoro Montes, “testigo protegido” (no es coña) que, a pesar de serlo, ha sufrido un largo calvario impuesto por la Junta de doña Susana a instancias de CCOO por haber denunciado el grotesco fraude en las subvenciones para los cursos famosos, y al que ahora la Junta de don Juanma le niega su derecho a la honrilla con el absurdo archivo de su injusto expediente. O sea, que aquí no ha pasado nada, y si ha pasado que “peche el omecillo”, como decían los textos medievales, y se fastidie con su sino. Parece (digo sólo que parece, ojo) que la nueva Junta mantiene en la Función Pública la política del palo y tente tieso. Como diría Lampedusa, puede que todo haya cambiado para que todo siga igual.