Lo que se va sabiendo: la Junta del “régimen” gastaba bastante más que hacía. ¿No habría que pedirle responsabilidades a los culpables de que, en cinco años, hayamos perdido 7.000 empleos, de que miles de millones aportados por Europa estén en peligro de perderse por su mala gestión, o de que tres de cada cuatro euros recibidos de aquellos fondos haya dejado de invertirse por dejadez o torpeza de los administradores? Por lo visto, la corrupción no era el único factor del desastre: tanto como ella pesaba la incomprensible incompetencia de una Administración traída y llevada por los intereses de partido y lastrada por un personal cliente cuya eficacia va quedando en evidencia a medida que se destapa la sentina. ¿Y no responden de ese fracaso ni los mandantes ni los mandados? Urgiría establecer con rigor la responsabilidad de quienes viven de gestionar mal –impunemente hasta ahora— nuestra cuestionable autonomía.