Una cosa –explicable—es que Griñán se haga el sueco sobre el tremendo sartenazo que le propinó su consejero dimisionario al decir que su “único presidente era Chaves” y otra –simplemente cómica—que diga en el Parlamento que comparte plenamente ese desplante sin remiendo posible. Es lógico y conveniente, sin duda, disimular la honda crisis del PSOE provocada por los chavistas, pero no parece discreto ni siquiera tolerable protagonizar ese paripé en plena Cámara. El cuento y la mentira políticos se han “normalizado” hasta el punto que revela esta anécdota de Griñán, la más ingenua sin duda de su mandato. Ahí siguen las navajas, en todo caso, aguardando su momento y ocasión.