El Parlamento andaluz debería plantearse para qué sirve la Cámara de Cuentas, no porque haga bien o mal su trabajo, sino porque, a la vista está, que el que viene haciendo, en la práctica, no sirve nada. Lo pone en evidencia ella misma cuando publica en el BOJA sus informes de fiscalización de unos Ayuntamientos y Diputaciones que se pasan por el arco sus graves conclusiones, y resulta casi cómico cuando nos dice que lo de Estepona –uno de los mayores agujeros descubiertos en este Patio de Monipodio—ya lo había detectado ella “hace bastante tiempo” aunque no hizo nunca una fiscalización completa por que nadie se lo pidió gobernando el PSOE como se lo pidiera el Parlamento de Andalucía en los tiempos del GIL. Una Cámara sin capacidad sancionadora es una broma para esos ingenieros del manguis y, en todo caso, un juguete en manos de la mayoría parlamentaria.