Se ha elogiado no poco, pero quizá menos de lo que merecía, al consejero de Educación, Javier Imbroda. Y ahí lo tienen, sereno pero engallado, defendiendo una gestión que, a la vista está, no resultaba fácil en momentos tan confusos como los que vivimos. Defiende Imbroda una pedagogía no ideologizada, el derecho de los alumnos a ser enseñados y no catequizados, y rechaza las extravagancias impuestas como la obsesión sexista o el lenguaje “inclusivo”. Pero –a Dios rogando y con el mazo dando—ha conseguido aumentar el gasto en educación nada menos que en ¡20.000 millones en tres años! Es posible que la suya resulte finalmente la mejor gestión educativa a pesar de las peores circunstancias. No se trata de comparar sino, simplemente, de abrir los ojos.