Entre cenizas y piroplastias, parece que el presidente Moreno se mantiene sereno, dentro de lo que cabe, acaso intuyendo que esta crisis fatal sirva de escarmiento a propios y extraños. Ahora sabe el partido lo que cuesta el peine de la ambición y es de esperar que el electorado, a su vez, se haya orientado debidamente, lo que, muy probablemente, acabe favoreciendo la imagen y el liderato de un presidente andaluz que dice que, ante todo, lo que le interesa es Andalucía. Que esa criatura está en estos momentos bajo el volcán, no hay quien lo dude, pero no faltan indicios de que, consciente del caos, está salvando, hasta ahora, con talento, lahares y coladas. Quién sabe si esta absurda experiencia dará de sí una mejor voluntad autonómica. Los caminos de la democracia maltratada son inescrutables.