Así, como “almitas de cántaro”, consideraba a los funcionarios renuentes a falsificar los expedientes del fraude la entonces presidenta de Invercaria, aquella sociedad de “capital riesgo” –¡y tanto!— que levantó millones a la hucha andaluza para repartirlos entre parientes y afectos. Ustedes se habrán olvidado del lío, probablemente, dado que han trascurrido ¡6 años 6! desde que salieron a la luz del día aquellas descaradas grabaciones. El tiempo, ya se sabe, es un polvo intenso que acaba por sepultarlo todo, y con ello juega a favor de la garduña y en contra de los legales. ¿Cabe esperar de este tinglado quelonio alguna Justicia efectiva? Pues difícilmente, a no ser, en efecto, por parte de las “almitas de cántaro” que pagan a tocateja sus impuestos para que otros los lleven. Veremos de nuevo un “banquillo eminente”, eso sí, pero ya me dirán para qué y a buenas horas.